El domingo recién pasado, se celebró la segunda votación de Gobernadores Regionales en Chile. Una figura creada los últimos meses del Gobierno de la ex Presidenta Bachelet y que por primera vez serían electas democráticamente. De lo mucho que se puede analizar de estas elecciones, existen dos premisas indiscutibles que conviene analizar: el muy mal resultado de Chile Vamos (la coalición oficialista), y la extremadamente baja participación (apenas un 19.4% de las personas habilitadas para votar lo hizo).
En cuanto a los malos resultados de la coalición oficialista, a decir verdad no viene más que a confirmar las cifras de mayo que demostraron una derrota en la elección municipal, de convencionales constituyentes y por cierto, de gobernadores regionales.
Será necesario hacer una autocrítica profunda del sector y reconocer que no solo se bajó en votación, sino que las alternativas que prefirió la ciudadanía distan exponencialmente del proyecto político de centro derecha, e incluso en algunos casos, por qué no decirlo, atienden más bien a proyectos que no cumplen con los estándares mínimos de democracia.
En cuanto a la histórica baja participación, el análisis puede ser incluso más decidor. En primer lugar, creo, son los propios candidatos quienes deben ser conscientes que no fueron capaces de convocar a las personas a las urnas. Resulta evidente que a las personas simplemente no les interesó esta elección en parte, porque no hubo candidatos que representaran visiones en las que las personas se puedan reflejar o en donde se vean alternativas de solución a las prioridades de los electores.
En consecuencia, se advierte por parte de los ciudadanos, la abierta contradicción entre las restricciones que deben respetar en su vida cotidiana y que en muchos casos se traduce en tener que renunciar a fuentes de ingresos, pero que sin embargo, a la hora de celebrar elecciones no hubiese complejo en liberar las medidas que tanto se llaman a respetar, como si por el hecho de realizarse el acto del sufragio, el coronavirus dejara de ser un riesgo.
Lo anterior solo evidencia la disociación que existe entre las prioridades de las personas con las prioridades de los sectores políticos. Mientras a los primeros les urgen mayores libertades para retomar su vida cotidiana y su trabajo, la Autoridad insiste en restringir libertades, a menos, claro, que hayan elecciones.
Otro fenómeno que advierto, es que a la gente no le interesa la politización ni esta ola de supuesta democratización (este año habrá 5 procesos eleccionarios) cuando no va acompañado de uno de las principales tareas del Estado que es estar al servicio de las personas y de darle soluciones a sus problemas, y particularmente en la figura de los Gobernadores Regionales, no ve otra cosa que más cargos políticos para rellenar, sin tener expectativas respecto de lo que verdaderamente puedan aportar en cuanto a un Estado realmente comprometido con proponer soluciones.
Así, resulta lógico que ante este contexto, a la ciudadanía simplemente no le interese ir a votar. Lo que si llama poderosamente la atención, es que aún existan sectores políticos que hayan celebrado los resultados de ayer, y que insistan en tratar de convencer de que realmente los Gobernadores Regionales serán una fuente de solución y de eficiencia de lo que se espera del Estado.