El desarrollo y la inclusión social no se resuelven entregando beneficencia eterna, tampoco movilizando a las personas para asistir a un mitin o una sesión de fotografía de los burócratas que viajan de vez en cuando –con cara de compasión y aspecto de turistas- a nuestras Comunidades Andinas o de la Amazonía.
Cuesta creer que todo siga igual en las políticas de prestaciones sociales que tienen a su cargo los publicitados programas que no han dado resultados en el anterior gobierno, y muchísimo menos en al actual -en su primer y segundo tiempo-, como es el caso de Juntos, Foncodes, Quali Warma, Cuna Más, Pensión 65 y muchos supuestos emprendimientos que sólo han servido para propaganda temporal del Estado y no para verificar y validar la reducción de la anemia, pobreza, inestabilidad familiar y tantos otros problemas en poblaciones vulnerables.
En el nuevo gobierno, no se ve ningún despegue, tampoco nos informan sobre el desastre encontrado –que tanto se ha mencionado a ocultas- y menos aún, se han organizado las estructuras de cada uno de los programas sociales en toda su dimensión, administración y gestión.
No sabemos de la experiencia en estas áreas de inclusión social y desarrollo humano de quienes tienen a su cargo miles de millones de soles de nuestros impuestos, eso preocupa y llama la atención porque no se trata de un sector para improvisar, sino del principal foco de gestación de violencia política sino se entiende las necesidades y oportunidades de millones de niños, jóvenes y ancianos olvidados por una continuidad de gobiernos.
He visto y conversado con decenas de ancianos mientras hacen largas filas en los exteriores de agencias del Banco de La Nación, a las que llegan muchas veces caminando varias horas, soportando el frío y el viento helado de la puna, con la esperanza de recibir –como si fuera un favor- unos cuantos soles que tal vez se gasten en retornar a sus campos llevando algo de aceite, arroz, galletas, una ropita para la esposa, tal vez un par de zapatos y medias de lana.
Y lo mismo con la plata de Juntos, enormes filas de mujeres esperando el pago. Eso no es inclusión social, eso no es desarrollo.
Tengo mucha preocupación porque si las autoridades y funcionarios a cargo de los programas sociales, no ven una oportunidad de progreso para millones de peruanos pobres, estaremos siguiendo la vieja costumbre asistencialista que siendo insostenible en el tiempo, reventará algún día en violencia y enfrentamiento, donde pudo haber desarrollo y futuro para todos.