Siento mucha lástima por el curso que siguen los afanosos caviares y progres solitarios que buscan en los mendrugos el alimento de sus desdichas, la nutrición de sus pesares y el encanto de sus males, porque no le dan a nada, no le chuntan ni al aire esparcido. Son una especie de “sin especie” que anida como la lombriz solitaria, engullendo, durmiendo y “ocioseando” en la perversión de sus pensamientos y la desgracia de sus palabras. Buscan como se, el nombrar errores, ubicar desgraciados, señalar agresividad en una persona contraria a sus limitaciones e ideología del odio, pero no lo logran, no pueden demostrar algo negativo en alguien que tal vez sea negativo en su actuar, pensar o hablar -pero no es un comunista perverso, o un caviar acomplejado o una progre resentida-, porque carecen, las izquierdas del odio, de imagen y de autoridad moral para hacerlo. Es como si el ladrón o el asesino quisieran dar lecciones como víctimas, siendo los victimarios. Es como si el ateo recalcitrante sustentase las Parábolas o los Salmos.
Y eso sucede hoy en el país, los perversos y mentirosos, los protectores y adoradores de la violencia y la subversión, cada día aprietan un ojo para sacar el periscopio desde sus desagües, a fin de ver y señalar al objetivo a destruir, una pieza inicial de todo el complejo social que debería sostenerse en paz, solidaridad y unidad, pero que es permanentemente asediado y bombardeado por los piratas de la frágil democracia y de la aún sobreviviente, con limitaciones, Libertad.
Las izquierdas del odio poseen una sola neurona, elástica por deformación natural y creencia militante, que las confunde entre algunos protozoarios, muchas amebas inquietas, selectos roedores aturdidos en sus escondrijos y al final, unidos en el mismo fanatismo que los hace negarse y denegarse aun a sí mismos, en desertores de lo que dicen y hacen, porque es en la traición que se fundamente la ignorancia del vacío intelectual que las compone.
Hoy, hacemos una revisión pensando en “esos, de esa izquierda”, repugnante, malvada, malcriada, antipatriota, enferma de odios y purulenta de inhumanidad que pretende cambiar la voz ciudadana por el silencio aceptante que hace décadas imponen y que ahora, los jóvenes en especial rechazan.
El país no quiere el odio de las izquierdas, ni la hipocresía caviar que se esconde con una risa fingida, para acabar con la Libertad.