Todas las izquierdas son lo mismo, con algo más de odio, con algo menos de violencia en sus palabras, gestos y resentimientos expresados en las redes sociales, en las calles o donde la inestabilidad emocional que los domina, les impulse a gritar en sus descontroladas formas de subsistencia ideológica, en esa militancia del fanatismo contra todo, menos contra sus bolsillos asquientos de mendicidad política que se subvencionan robando el esfuerzo ajeno, de los más pobres por ejemplo.
Las izquierdas están destruyendo el Perú desde el 3 de octubre de 1968, en que un grupo de militares disfrazados de “reivindicación”, irrumpieron en el curso de una frágil democracia que volvía a renacer del clásico péndulo dictadura-democracia, que era característico en nuestra también frágil historia política, plena de desencuentros, peleas y desaveniencias.
Desde el 3 de octubre de 1968, se abrieron las puertas y las decisiones dictatoriales sobre la educación escolar y universitaria a los comunistas, para su destrucción progresiva, quitándo la formación en valores, restando sentido al patriotismo y la gesta de la independencia, convirtiendo la herencia de identidad nacional en una suerte de maldición y castigo, por la cual, unos peruanos eran diferentes a otros en todo y tenían que odiarlos en todo: el color de la piel, la procedencia de la familia, el orígen del apellido, la Fe, los logros de la vida, el sentido aspiracional, la escuela donde uno estudiaba, la universidad que eligió en el camino del progreso personal, el lugar donde vivías y adonde querías ir a vivir, la forma de hablar o su entonación, el modo de vestir, la forma de mirar…
Se instauró el ventilador de odios y la educación era la fuente del viento dañino para empujar mentes y palabras hacia esa agresividad verbal que venía desde Palacio de Gobierno convertido en el cuartel de los que odiaban más, desde los medios de comunicación estatizados (es decir, robados y usurpados) desde donde el discurso de la “revolución del pueblo y fuerza armada” era ley sobre la Libertad de cada persona y sus familias. La dictadura se impuso sobre la educación y allí nació la siembra del mayor odio a lo largo del tiempo, al punto que desde los inicios de este nuevo siglo, los fanáticos de esos tiempos, ya tenían cosecha esparcida en decenas de oenegés (contratadas por gobiernos izquierdizantes o de corte afín, caviar establecidos).
La educación, siempre se los digo y repetiré, es nuestro mayor problema y nuestra mayor solución, pero no peleamos secuencialmente en defensa y promoción de una mejor y mayor educación, sostenible en el tiempo, porque el resultado es a largo plazo y a nosotros los peruanos, no nos gusta mirar el horizonte en su amplitud, sino meter gol al primer segundo, teniendo 90 minutos en cada encuentro para hacer muchos más goles todavía -no solo uno- y ser los mejores siempre. Esperamos tontamente que la suma de errores nos permita “matemáticamente” sobrevivir.
Les comento esto, porque hoy nos gobierna la izquierda todavía y eso se ve en los pésimos resultados de gestión de la economía nacional y el impacto terrible sobre la microeconomía -destrozada- de miles y millones de familias pobres, de clases medias, de emprendeores y de mejor posicionados. Todos estamos afectados en la economía, porque la suma de incapacidades gobierna, porque este gobierno es hijo del anterior, sólo que negado. Y si algunos contemplativos son generosos en decir que estamos mejor con los de ahora que con los de antes, es cierto, tampoco se puede ser absolutista, pero son bandoleros de la misma agrupación, salieron de la misma cueva, se unieron bajo la misma bandera de odios y falsedades y si ahora pretenden decir o hacernos creer que están haciendo mejores cosas, pues no se evidencia en los estómagos vacíos de los niños que no van a las escuelas porque tienen que trabajar en la esclavitud de cinco soles al día para ayudar a sus Mamás a repartirse algo de comer en casa.
Eso, eso que no sale desde las noticias que se redactan en Palacio de Gobierno, tampoco es preocupación en los sindicatos de los eternos ociosos dirigentes que por décadas viven de cuotas de sus compañeros (sin rendir cuentas), tampoco está en boca o lucha de los veintitantos partidos políticos que ahora tienen inscripción vigente para las siguientes elecciones y futuros negocios, mucho menos en los ociosos congresistas que cada semana estrenan ternos lustrosos o vestidos con toques andinos, mientras se van de viajes por el mundo, se empachan de dinero y los pobres y las clase medias tratan de sobrevivir.
Ese es el resultado y daño constante en un país dominado por décadas entre gobiernos mediocres e izquierdas asociadas al poder, que ahora se pelean entre sí, como ayer y siempre, pero por momentos, porque siguen esa táctica maoísta de “abrir la mano y luego, formar el puño” para volver a abrirla, separar cada dedo y luego, otra vez a lo mismo, hasta que llega el momento del golpe final. ¿Eso sucede? Todos los días y no lo entendemos por indiferentes con nosotros mismos.
Hoy nos gobierna la misma izquierda que estuvo antes, sólo que está mezclada con menos porquería que la anterior.
¿Y qué debemos hacer para terminar con esta penosa historia que tiene al peruano “largo tiempo oprimido”? Reaccionar, pelear, estudiar, leer, enseñar, explicar, informarnos entre nosotros, no decaer, no discrepar por tonterías con nuestros hermanos, levantar la esperanza y estar adelante con una sola Bandera, la de la Patria, un sólo mensaje, el de vencer y no ser vencidos, y una sola ilusión: el Perú de las oportunidades de todos.
Tenemos que exterminar a las izquierdas del odio, porque están acabando con nuestra Libertad.