Que nadie nos gana en los análisis o en las leguleyadas, es algo innegable, tan cierto como que nosotros mismos las auspiciamos o nos sometemos con una facilidad -no felicidad- inaceptable, injustificable y lo peor, aplaudida -lo siento, debo decirlo-, porque nadie nos dice de frente cuan imbéciles podemos ser para permitir que nuestra tierra, nuestra patria, nuestro país, se vaya permanentemente a la mierda y nadie surga para poner un “ALTO” porque esperamos que alguien lo haga por nosotros, como si para defender a nuestros hijos necesitáramos “ayuda” de otro padre, siendo nuestra absoluta responsabilidad la paternidad y la familia que hemos construído. Pero en el Perú del siglo XXI todo lo malo puede y debe pasar, porque “es lo correcto”.
Viene por ello la pregunta: ¿Qué clase de país es este enredo de malos intereses y maldades que se llama Perú? Un país acobardado, mariconeado, sometido, de gentes huidizas, irresponsables indiferentes que se callan y se orinan en los pantalones y calzones cuando alguien levanta la voz y lo acusan y señalan como prepotente, interesado en sus bolsillos, ajeno al estándar social del momento. No fastidien, no molesten mariquitas que quieren un Bukele o un Milei para que haga la chamba que le corresponde a cada uno de nosotros ¿O no es así?. Por eso, la perfidia y perversión caviar se sostiene, por eso las izquierdas del odio van de la mano con muchos gobiernos en apenas siete años, lamiendo, suplicando y consiguiendo que de nuestros impuestos sobrevivan en cargos y puestos públicos o con subvenciones “a cambio de” justificar el plan de cada sinverguenza que se sienta en palacio rodeado de una mancha asquerosa de mediocres y ladrones que salen de guaridas y callejones de maldades.
“Habla tú Ricardo -me dicen-, hazlo y te seguimos” y cuando volteo la mirada los cabrazos se esconden y las hipócritas se tapan peor que mujeres sometidas. ¿Es eso patriotismo, es eso ser peruanos? Me resisto a esa podredumbre, me resisto a los y las mierdas que empobrecen el diálogo, la verdad, la tenacidad y la sensatez que debe primar hoy más que nunca.
Muchos dueños de la verdad, de las mentiras y de las expectativas por un futuro mejor inundan las redes, cuando ni siquiera tenemos un presente digno y rostros visibles, palabras valientes y convocantes en el pensamiento y en la acción. ¿Quién será, quién vendrá, quién nos salvará? ¡Tú pues peruano, quien más que tú!
Si quieres seguir regalando el país a las izquierdas del odio, hazlo, cobarde. Pero conmigo, no cuentes.