Si te cuentan que un atleta peruano ganó una competencia, que nuestra selección de vóley femenino renace en sus logros de antaño, que un músico toca en la Filarmónica de Berlín como solista, que un académico es reconocido en la Universidad de Oxford y otro en Yale, que en Japón destaca un joven que es incorporado al equipo de desarrollo de algoritmos para potenciar la Inteligencia artificial o que una científica logró producir en la Academia Agrícola de Moscú una variedad de papa adaptada a cualquier clima y altura para beneficio de millones de personas, a la reacción de orgullo y aplauso de la gran mayoría se enfrenta una horda miserable de cobardes “y cobardas” de las izquierdas del odio que buscan minuciosamente maldecir si ese compatriota no nació pobre, no estudió en colegio nacional, no vive en un asentamiento humano, porque no ser pobre, haber estudiado en una escuela privada gracias al esfuerzo de sus padres o vivir en una casa modesta o amplia, ser de clase media o tener una posición económica más holgada, es un pecado, es malo, hay que señalarlo como maldito e inmerecido de elogio y reconocimiento.
Esa es la lógica del odio de las izquierdas extremistas, progres, caviares y sus activistas, militantes, simpatizantes y enfermos dirigentes que no pueden aceptar que estudiar y trabajar es posible, que vivir sin robar es un acto de integridad, que dejar de succionar impuestos y exigir subvenciones se hace necesario. Quieren, los de las izquierdas del odio, que el criminal supere los derechos humanos de las víctimas, que el Estado favorezca con empleo en el Magisterio a los que no aprueban ningún examen de calificación o certificación, quieren que los médicos desaprobados vayan a las Postas de las zonas más pobres y alejadas -cuando simplemente no deberían titularse esos incompetentes, ni ir adonde se necesita médicos profesionales y no curanderos ni bestias que empeoran al paciente-.
Quieren las izquierdas del odio, ser paradigma de políticos de la maldad, ociosidad, destrucción, perversidad y desfachatez. Pero eso, no es lo que queremos los peruanos y por ello, hay que seguir señalando a los extremistas del odio, a los de las izquierdas miserables que inundan medios de comunicación con discursos de enfrentamiento y sangre, insultando al que lleva nuestra Bandera con honor y orgullo.