Una profesión extraordinaria, sigue perdiendo virtudes en razón de los malos ejemplos que la representan en los medios de comunicación. Es una verguenza que los nuevos referentes sean personajes de moda barata que suplantan sus odios en discursos militantes, como activistas del enfrentamiento y la soberbia de los que se saben perdedores frente a la verdad y la racionalidad. No son periodistas de formación, sino una especie deformada de “periodistas”.
Gabriel García Márquez, el genial Gabo, lo dijo en una entrevista: “Los periodistas se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro” y dejan de ser periodistas (en mi forma de ver ese comportamiento del agresivo detrás de un micrófono o escribiendo desde el rencor y a veces desde las envidias propias de ser espectador silente y no constructor de la noticia basada en la verdad).
En América Latina hay una sed perniciosa de “otro periodismo”, uno que se sumerge en las alcobas de la traición y las cámaras escondidas del espionaje como si fuesen fuentes e investigación. No se conoce de búsquedas, de escarbar con prudencia en testimonios y evidencias que se ocultan, no se hace trabajo de inquietud y verificación por encontrarse lo que sucedió en realidad, lo que sucede ahora y cómo podría impactar en el futuro. Los efectos de un mal periodismo, son ahora sus defectos. Por eso, no hay lectura, ni fieles lectores.
Sobrevivir tercamente es la milagrosa puesta en escena de algunos valientes que resisten en sus labores cotidianas. Ser constantes, secuencia y frecuencia de reporteros, redactores, fotógrafos de mirada amplia y lente diverso, inclusivo, inclusive.
Fracasados por su activismo, echados por sí mismos, botados por sus propios protectores del día anterior, ahora alucinan “los del otro periodismo” el estrellato virtual: puro humo y silencio sobre la verdad.
Lo resumo como en el título de esta columna: ¿Qué dices?: “de formación periodista”. No señor, debe decir: “deformación de periodista”