En todas las épocas ha habido dirigentes públicos. Es una constante histórica y un hecho sociocultural recurrente. Las sociedades humanas requieren dirigentes, en diferentes niveles, que guíen e inspiren las acciones personales. Uno de los propósitos centrales del liderazgo político es contribuir a la cooperación social y a la acción colectiva.
Por ello, cada cultura, desde una mirada particular, ha generado su propia idea de buen gobernante. Así, en el pasado se han forjado diversidad de idealizaciones o imágenes míticas del líder.
Mientras Platón ensalzaba las cualidades intelectuales de los “reyes-filósofos” para gobernar las antiguas ciudades griegas (polis), Maquiavelo elogiaba las múltiples prevenciones del “príncipe nuevo” renacentista.
Por su parte, Hobbes atribuía los poderes religioso y político a un “Dios mortal” (Leviatán) que pudiese aplacar los conflictos civiles de las modernas monarquías absolutas.
Este artículo expone algunas ideas relevantes sobre el liderazgo político que usualmente suelen minusvalorarse e ignorarse.
Crisis, mitos y errores en torno al liderazgo político
Durante las crisis o tiempos de mudanzas sociopolíticas, el “pueblo” suele reclamar líderes fuertes, antes que sabios o prudentes, que adopten decisiones inmediatas y eficaces para afrontar las incertidumbres. Por ejemplo, en las elecciones alemanas de 1932, y después de que el pueblo teutón viviera diversas crisis desde 1914, Hitler fue el candidato más votado.
Archivos federales alemanes / Wikimedia Commons, CC BY-SA
Sin embargo, otorgar todo el poder a los dirigentes puede implicar más errores que aciertos. A medio y largo plazo, los gobernantes que tienen o reclaman mucho poder tienden a abusar del mismo, y ello compromete la supervivencia de la comunidad. Así se comprobó en el caso de Hitler.
Por su parte, el líder político “fuerte” es un mito sociocultural debido a la necesidad humana de aplacar la ansiedad, la incertidumbre y el miedo ante los acontecimientos imprevisibles e inesperados. Mitificar a los líderes implica atribuirles cualidades y aptitudes de las que carecen.
Así, frecuentemente, se comete el “error de atribución al líder”. De modo que cuando las cosas van bien o mal en una organización o comunidad, “enseguida atribuimos el resultado al líder: suele convertirse en el chivo expiatorio, aunque a menudo es más un símbolo del fracaso que su causa”. Asimismo, se ha mostrado que “los mayores logros y fracasos de un gobierno tienen menos que ver con la persona que está al frente que con otros miembros de su equipo”.
Un ejemplo de ello es la gestión política de la crisis económica entre los años 2008 y 2014 en España. Como es sabido, la Unión Europea (UE) impuso los recortes presupuestarios que, a su vez, asumieron los presidentes Rodríguez Zapatero y Rajoy. Las políticas económicas de ambos presidentes se plegaron a las directrices impuestas por la UE, y acordaron la reforma del artículo 135 de la Constitución. Pero existen pocos análisis sobre este complicado proceso de liderazgo político.
Ministerio de la Presidencia. Gobierno de España, CC BY
Complejidad, interdependencias y entramado de poderes
Ocupar una posición de poder institucional no habilita para ejercer el liderazgo político. Este, en muchas ocasiones, se muestra en personas que ocupan posiciones subordinadas e intermedias. La mayoría de los seres humanos no desempeñan puestos relevantes, pero muchos “dirigen desde el medio, atrayendo y persuadiendo hacia arriba y hacia abajo”. Por ello, en las sociedades complejas pueden hallarse liderazgos en distintos niveles sociales e institucionales. Por ejemplo, la joven Greta Thunberg (2003) ha liderado las protestas contra el cambio climático, un asunto relegado por la agenda institucional en muchos países.
Karin Kneissl / Wikimedia Commons, CC BY
Además, el liderazgo no puede estudiarse adecuadamente centrándose en el análisis de una persona. Para aproximarse al estudio del liderazgo se ha de conceder la misma importancia al contexto y los seguidores que a los líderes (y sus equipos). Estas partes son a la vez independientes e interdependientes: cada una afecta y se ve afectada por las otras dos.
El citado proceso del liderazgo implica que el líder sea una persona muy interdependiente. En muchas ocasiones quien lidera es el primer seguidor de una causa. Así parece evidenciarse en el caso del presidente Zelenski, convertido en el primer defensor de Ucrania contra la invasión perpetrada por el ejército de Putin. Es muy significativo que el presidente ucraniano aparezca vestido de soldado, pues ello parece elevar la moral del país invadido.
Oficina Presidencial de Ucrania
Ningún líder puede liderar de forma aislada. Aislar al líder es quitarle su condición de guía e inspirador. Es decir, todo liderazgo depende de una red de apoyos. Esta red es dinámica y varía en función del cambiante contexto, de la voluntad de los seguidores y del estilo de liderazgo. Por tanto, liderar implica construir y sostener interdependencias.
Wikimedia Commons
Los conceptos de liderazgo y poder están relacionados, pero no deben confundirse. El liderazgo requiere poder, pero no todas las relaciones de poder implican liderazgo. El poder ejercido mediante la pura utilización de la fuerza no es liderazgo, sino coacción y/o violencia y no puede justificarse a largo plazo.
En sociedades dirigidas por dictadores se confunde, interesadamente, el desnudo ejercicio del poder con los diversos ropajes del liderazgo. Toda persona aspirante a liderar debe saber vestir tales ropajes para legitimar su liderazgo. Como decía Rousseau: “El más fuerte nunca lo es bastante para dominar siempre si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber”.
Desencanto en torno al liderazgo democrático
Desde finales del siglo XX, diversos estudios muestran una creciente decepción y desconfianza de la ciudadanía en los liderazgos e instituciones representativas. Este es un problema extendido en todas las democracias occidentales. Estas demandan un mayor esfuerzo y calidad de sus líderes, pues los gobernantes deben rendir cuentas y disponer del consentimiento y legitimidad ciudadana.
En las presentes circunstancias de aceleración social y cambio político, muchos dirigentes quedan desfasados. Quienes gobiernan pronto decaen en su posible capacidad para guiar. Ello se agrava cuando los dirigentes son poco creíbles, poco competentes, desconocen el contexto e incorporan actitudes personalistas y no adaptativas.
Las anteriores ideas pueden llevar a repensar globalmente el liderazgo democrático en esta cambiante época. Nos jugamos la convivencia libre y la dignidad humana en nuestro mundo.
Nota de Redacción: El presente artículo fue publicado originalmente en www.theconversation.com por su autor José Francisco Jiménez-Díaz, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología (1998), y Doctor por la Universidad de Granada (2004). Actualmente es Profesor Titular de Universidad en el Departamento de Derecho Público de la Universidad Pablo de Olavide. Sus líneas de investigación versan sobre liderazgo político, teorías políticas contemporáneas, pensamiento político, y globalización y desarrollo rural en Andalucía. Dentro de dichas líneas ha participado en varios proyectos de investigación financiados por: Quinto Programa Marco de la Unión Europea, Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, Programa Operativo FEDER Andalucía 2014-2020, Centro de Estudios Andaluces y Diputación Provincial de Granada.
Ha contribuido con numerosas publicaciones que han aparecido en revistas de impacto, libros y capítulos de libro. Ha publicado: 5 libros, 30 artículos de investigación, 9 artículos de revisión, y más de 52 capítulos en obras publicadas en las editoriales Anthropos (Barcelona), Aracne Editrice (Roma), Comares (Granada), Nova Science Publishers (Nueva York), Libros de la Catarata (Madrid), Gedisa (Barcelona), Tirant lo Blanch (Valencia y Ciudad de México), Centro de Investigaciones Sociológicas (Madrid), Media XXI (Oporto), etc.
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