¿El franquismo fue causa o consecuencia de la guerra civil española? ¿Fue Einstein un científico medieval? Estas y otras confusiones están presentes en muchos estudiantes de secundaria, que han aprendido de memoria una serie de nombres y fechas más o menos detalladas a lo largo de su vida escolar.
Cuestiones tan básicas como las etapas históricas y las figuras y procesos clave de cada una de ellas no dejan el poso fundamental que la asignatura de Historia debe ofrecer a los ciudadanos: la capacidad de tener perspectiva histórica, de situar los acontecimientos que nos rodean en un contexto y de comprender nuestro paso por el mundo como parte de un todo interrelacionado.
La impartición de clases expositivas y la poca profundización en la materia genera un conocimiento superficial de los diversos hechos históricos, que son vistos por los adolescentes como episodios aislados, no interconectados y que poco tienen a que ver con sus preocupaciones o intereses del día a día.
Nuestra investigación describe la importancia de adquirir el concepto de “tiempo histórico” y cómo no hacerlo imposibilita el dominio competencial de la materia. Con dicho estudio ponemos de manifiesto la necesidad de dotar de sentido y significado los distintos períodos históricos.
La importancia del tiempo histórico para comprender el pasado
Un buen dominio de la temporalidad histórica es básico para adquirir pensamiento complejo. Podemos definir el tiempo histórico como una forma de entender y organizar el pasado desde una vertiente más social y cultural.
A diferencia del tiempo físico (en el sentido de material), el tiempo histórico no es necesariamente organizable en forma de secuencia, lineal y progresiva: días, semanas, meses, años, del más joven al más viejo, antes o después, etc.
La cronología es una de las características del tiempo histórico o social pero no la única. En el tiempo histórico intervienen diferentes conceptualizaciones o formas de entender y dotar de significado el pasar del tiempo.
Etapas históricas y sus duraciones
En historia diferenciamos por convención diferentes periódicos o etapas históricas: la Prehistoria, la Historia Antigua, la Historia de la Edad Media, la Historia Contemporánea, la Historia Reciente. Incluso existe un campo de estudio de la Historia del Presente. Sin embargo, la duración de ciertos acontecimientos o fenómenos de estas etapas no es necesariamente cronológica.
Hay procesos históricos de larga, media y corta duración, tal como venía defendiendo el historiador francés Fernand Braudel. Los eventos bélicos o los cambios políticos seguramente son de corta duración, como la revolución francesa o el thatcherismo, pero hay otros que son de media o larga duración, como podrían ser los movimientos sociales de la clase obrera, luego trabajadora, y las más actuales reivindicaciones de pensionistas.
La historia de las religiones o de las mentalidades, así como de las ideas políticas, como por ejemplo los nacionalismos, los totalitarismos o los populismos, tienen una duración muy larga en el tiempo que supera la división temporal por etapa histórica y pueden llegar a abarcar unas cuantas, aunque con características y elementos propios de la coyuntura en las que aparecen, permanecen y se transforman.
Es decir, que hay procesos históricos que perduran en el tiempo o, al contrario, parecen terminarse y concluirse en contextos concretos. El tiempo histórico, por tanto, tiene elementos más subjetivos cuya organización temporal depende del trabajo interpretativo histórico.
Más allá de fechas y cronologías
Por todo ello, hablar de tiempo histórico implica hablar de un tiempo cronológico (fechas, etapas, periodos, etc.) pero también de duración, como hemos explicado anteriormente, de cambios, de continuidades, de simultaneidades y permanencias o interrupciones.
Podemos decir que el tiempo histórico, aparte del orden en que suceden los acontecimientos y las formar de organizarlos en una línea de tiempo, tiene en cuenta el sentido de dichos acontecimientos, la relación que tienen entre ellos más allá de su orden cronológico. Incluso hay acontecimientos históricos cuya relación puede ser regresiva, es decir, que se vuelven a dar situaciones que parecían superadas. El devenir de la historia es multidimensional.
El aprendizaje del tiempo histórico y las habilidades temporales
. Por habilidades temporales nos referimos a la capacidad de comprender diferentes aspectos del tiempo histórico que, a diferencia del tiempo social, consta de elementos estructurales que permiten entender los hechos del pasado como sucesos explicativos del presente. Y no como meros acontecimientos aislados dispuestos en una imaginaria y abstracta línea temporal que parece no tener mucho a que ver con ellos. Así lo indican también otros autores.
A diferencia de una propuesta de enseñanza memorística de hechos, personajes y fechas a colocar en una línea de tiempo, estudiar la historia desde diferentes habilidades temporales (datación, sucesión, simultaneidad, secuenciación, permanencia, cambio, continuidad, duración, causalidad y periodización) promueve una enseñanza más significativa. Concretamente, favorece que el alumnado “juegue” con saltos temporales; que reflexione y razone sobre los hechos históricos, pueda evaluarlos y contextualizarlos, y evita una perspectiva presentista o etnográfica.
Cuando se estudia un fenómeno del pasado se hace siempre desde inquietudes y creencias del presente y desde un contexto social y cultural concreto. Esto nos permite tener perspectiva histórica, algo básico para el pensamiento crítico y autocrítico.
El valor educativo de la historia: puente entre presente, pasado y futuro
Si entendemos la historia solo en su faceta cronológica y secuencial, podemos solo plantear un aprendizaje memorístico basado en una larga secuencia cada vez más extensa. Si planteamos un estudio de la historia desde las relaciones de los acontecimientos con la duración, la simultaneidad, el cambio o la continuidad, la forma de enseñar la historia será más analítica y reflexiva, ya que se “seleccionarán” contenidos y acontecimientos que pueden producir una mayor relación entre pasado, presente y futuro.
Dar este valor educativo a la enseñanza de la Historia es un gran reto, y es lo que contribuye a que los estudiantes adquieran una competencia social y ciudadana. Esta comienza con hacerse preguntas y buscar las respuestas a través de la aplicación de un método activo, participativo y compartido, basado en el análisis, la contrastación, la interpretación y la comunicación de los hallazgos y pruebas del pasado.
La historia nos hace ciudadanos
La historia, por tanto, nos orienta y nos ubica como individuos en la colectividad, en la sociedad, nos responsabiliza y nos compromete y nos constituye como ciudadanos. El estudio del tiempo histórico nos permite entender que el mundo, cuando nacimos, ya estaba ahí, y nos invita a posicionarnos en los retos del presente para crear futuro. Solo el anclaje con el pasado permite buscar un horizonte común, compartido y que nos sobreviva.
La didáctica de la Historia busca crear esta conexión multicausal entre el presente de los adolescentes, cada vez más cambiante, fluido y catastrófico, y el pasado, para así volver a ganar futuro. Nos permite, como han dicho especialistas en el área, “crear las raíces para volar”, y dejar nuestra huella para el futuro.
Nota de Redacción: el presente artículo se publicó originalmente en www.theconversation.com bajo la autoría de Profesora Ayudante Doctora, Didáctica de las Ciencias Sociales, Universitat de Barcelona y Profesor Doctor en Didácticas de las Ciencias Sociales, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya, España.