El secretario del episcopado mexicano afirma que la estrategia de seguridad del gobierno de “abrazos, no balazos” es un fracaso. Dice que hay que enfrentar el crimen “con el uso de la ley”.
En los últimos días varias noticias venidas de la nación mexicana han conmocionado al mundo católico por su sabor de violencia.
Tras el asesinato de dos jesuitas en Cerocahui, estado de Chihuahua, el 20 de junio pasado, cuando en su iglesia buscaba refugio un perseguido por integrantes del crimen organizado, llegó después la no pequeña novedad expresada por el Cardenal arzobispo de Guadalajara, Mons. Robles Ortega, de cómo en muchos lugares la Iglesia no sólo debe sujetarse a normas estatales sino también pagar el ‘impuesto’ al narco.
A finales de junio y refiriéndose a algunas parroquias del estado de Zacatecas, el purpurado afirmó que “Todas esas parroquias que están en esa zona para poder celebrar la fiesta patronal, es decir, la feria del pueblo, tienen que obtener el permiso del encargado de la plaza. El encargado de la plaza le autoriza al sacerdote celebrar la fiesta patronal, pero tiene que reportarse con el 50% del resultado de la fiesta”.
Habló el Cardenal Robles de un para-estado que se está constituyendo en regiones de México: “El percance que le sucedió al señor obispo [de Zacatecas], bueno, no debemos acostumbrarnos, pero es el pan de cada día. Yo fui esta semana pasada, fui allá al norte del estado, límites con Zacatecas precisamente, y también fui detenido por dos retenes, y obvio que son retenes del crimen organizado y le exigen a uno decir de dónde viene, a dónde va, a qué se dedica, qué hace, eso es como lo más normal y lo más natural”. Jalisco, que queda hacia el pacífico, limita al norte con el estado de Zacatecas.
“Eso es lo ordinario, no es la primera vez que me pasa, ya he ido para esos rumbos y están establecidos esos retenes ahí, con armas gruesas, con armas largas. Dos retenes en el mismo trayecto. A todos los que pasan les hacen lo mismo. Lo que yo digo es por qué, con qué autoridad, un grupo del crimen organizado, te obstruye, te detiene y te investiga. ¿Por qué?”, señaló también el Cardenal.
México, un ¿Estado fallido?
Ahora la noticia es la agresión al P. Mateo Calvillo, sacerdote de la diócesis de Morelia que fue golpeado en Michoacán – al sur de Jalisco, de forma “profesional”, afirma él. El sacerdote, que dice que no fue atacado por ser sacerdote sino por atropellar un perro, aprovechó la publicidad para titular a México como “un Estado fallido”, en “descomposición social”: “Estamos en la anarquía”, sentenció. “No hay quien proteja a los inocentes, más bien se habla de proteger a los que andan en el narco porque también son seres humanos”.
Declaraciones del episcopado
No es por menos que los obispos mexicanos, y corriendo el riesgo de ser acusados de intervenir en política, lo que en el país azteca es más que complicado, pidieron al gobierno un cambio en la política de seguridad.
“Esta realidad de violencia nos golpea, nuestro México está salpicando sangre de tantos muertos y desaparecidos, entre ellos 27 sacerdotes, incluidos los padres jesuitas que han sido asesinados por el crimen organizado, identificándose así con las miles de víctimas de nuestro pueblo que han tenido este fin, con las decenas de miles de desaparecidos a quienes sus familias siguen buscando”, dijo Mons. Ramón Castro, Obispo de Cuernavaca y secretario general del episcopado.
Mons. Castro insistió en esas posiciones ayer: “Estrategia de ‘abrazos, no balazos’ es equivocada”, expresó. Citando un estudio de Mitofsky, dijo que “el 69.9 por ciento [de las personas] opina que el gobierno debe enfrentar el crimen con el uso de la ley. El 62.1 por ciento piensa que es incorrecto proteger la vida de los criminales al evitar la confrontación con las fuerzas armadas”.
Imagen referencial, Artur Tumasjan en Unplash