Asistimos a constantes “teatros del absurdo” donde los protagonistas son los que se dicen representantes de las izquierdas peruanas, algo así como una modalidad delictiva vestida de caretas múltiples y también, caritas felices saboreando la sangre de sus víctimas.
Los de las izquierdas se hacen los que protestan, se hacen los que se indignan, pero ellos son los que causan indignación y merecen ser enfrentados por la protesta ciudadana y la pechada en la calle, porque es innegable que no tienen ideas ni propuestas y reemplazan su ignorancia y limitación creciente, para convertirse en megáfonos del odio, con gritos de odio, con frases de resentimiento y cólera que quieren que terminen en la ira y “la nueva revolución”.
Ni un solo izquierdista defiende a los niños sometidos sexualmente, porque ellos, los de las izquierdas “contratan de asesores” a abusadores, agresores y violadores.
Ni un solo izquierdista defiende y lucha por la dignidad y maternidad de las madres, porque ellos, los de las izquierdas, quieren la muerte de un bebito que crece en el vientre de su propia Mamá.
Ni un solo izquierdista defiende los derechos humanos de los ancianos y discapacitados, porque para ellos, para los de las izquierdas, los ancianos deben morir por eutanasia impuesta y los discapacitados, como que encajan en esa tortura maldita que llevan escondida en sus discursos adornados.
Ni un solo izquierdista es patriota, porque para ellos, para los izquierdistas, la Bandera de la Patria no merece respeto y debe estar en tercer o cuarto lugar, colocándose un “mantel de chifa”, un trapo multicolor o una tela sucia con la hoz y el martillo, encima de nuestra historia.
Los de las izquierdas solo odian, solo quieren sangre, están desesperados porque los ciudadanos los enfrentan y los ciudadanos derrotan las mentiras de los marxistas, socialistas, progres, caviares, subversivos o como se llamen o quieran apodarse los renacuajos de la política.
Lo que les pasa a los de las izquierdas, es que sólo falta que entre ellos se desaparezcan.