La fatalidad de las izquierdas es su existencia precaria y su ausencia de identidad, razón que se cierne en su descalabro y en las traiciones internas que la hacen estar por allí, sin hacer nada de valor por allá, donde las responsabilidades exigen ideas, propuestas, humildad y valores, entrega y talento. Las izquierdas, todas las izquierdas, carecen de principios y virtudes y por eso, se van al hoyo de dónde vienen y del cual nunca debieron salir.
Imaginemos una escena en la hora actual donde un político de alguna de las tiendas mercantilistas de la izquierda hace uso de la palabra ante los medios de comunicación, revelando su indignación o su cólera por lago. Pues bien, o bien mal, ahora veamos y busquemos alguna propuesta, alguna sugerencia de recomposición o mejoras…¿No hay nada? Es que así son y serán, nulidad en todo, porque viven de reaccionar mal, de odiar, de un resentimiento permanente victimizándose por lo que sea con tal de captar atención y quizás, votos.
Y entonces optan por ver errores o inventarlos en sus adversarios, es decir en cualquier persona, porque para las izquierdas y sus activistas, todo el que piensa con transparencia, actúa honestamente o habla diferente, es un enemigo de su clase de odio y de su revolución permanente.
Uno, no de la izquierdas, puede amar a su familia y eso, es condenado por las izquierdas porque amar es un delito, porque el amor se reduce a una ley de la termodinámica y no a un sentimiento humano. Así son de absurdos los de las izquierdas, pero en algo imponen o impactan en las pocas neuronas de los ignorantes y de los imbéciles. Ocurre, no podemos ocultarlo.
El mundo observa y comprueba, por ejemplo, el drama de Venezuela, pero para las izquierdas es “una democracia popular afectada por el imperialismo y sus lacayos” (eso, en el lenguaje de los comunistas y sus variables de nomenclaturas como socialistas, marxistas, narcisistas, subversivos, ecologistas, progres, caviares o lo que inventen).
La verdad es una sola, el daño de las izquierdas debemos acabarlo, no solamente fumigarlo, no solamente repelerlo, hay que extinguirlo y enterrar sus cenizas.