Un presidente -por sucesión en el cargo- es responsable de la muerte de más de doscientas mil personas, pero no está siendo procesado, se le obvia en los expedientes judiciales, la Fiscalía no se ha enterado de un crímen de Lesa Humanidad que es la tragedia más grande en la historia. Vizcarra se ríe, se burla de los muertos y de las víctimas de su maldad. No pasa nada. ¿Porqué? Porque en el Perú el pago oscuro a los medios de comunicación, en todo el país, así como la compra de autoridades procesales, se hizo con una alforja repleta de dinero y de poder “a cambio de” la eterna impunidad.
Es imposible de creerse que mientras más miseria, hambre, angustia y desesperación ocurría en el país, al ejecutor de esa masacre las encuestadoras le ponían cifras superiores al 70% de aprobación presidencial y los que habían sido encuestados ni siquiera sabían el nombre de “ese”, de quien estaba sentado, complot de por medio, en Palacio de gobierno.
Por eso, cuando se les hizo ver ese incomprensible resultado, el gobierno contrató por una millonaria cifra a tres cuestionadas empresas de asesoría y construcción de imagen pública (una empresa era argentina, la otra mexicana y la tercera española), desde las que se armó el frente con los medios, el frente con los gobiernos regionales y municipalidades de provincias y el frente con partidos políticos de alquiler. Fueron años de compra, siembra y cosecha, mientras que desde el gobierno el paseo diario con parafernalia, el uso ilimitado de los recursos públicos, la compra de “conciencias” y las dádivas (becas, premios en dinero, ascensos a familiares, contrataciones, licitaciones a dedo, etc) se maquillaban para ampliar así la base del respaldo que la gente imaginaba que existía y era una falsedad. que se sustentaba en encuestas y medios que propagandizaban “al héroe del pueblo”, “el padre que todo hijo quisiera tener”, como lo escribieron en el diario Decano de la prensa nacional sus periodistas, sin ninguna verguenza.
Hoy en día, con similar despliegue y estructura, les está fallando todo porque siguen el mismo guión del Lagarto, pretendiendo construir una imagen que es imposible de lograrse con Boluarte, porque ella no es, no ha sido, jamás será líder o referente de algo bueno. Ella, Boluarte, es una suma de incompetencias, de fealdad, de inhumanidad, de repudio a la vida pero, tiene una sola gran ventaja o suerte maldita: debe estar donde está, porque el remedio al mal que reprsenta, puede ser mucho peor de todo lo que se ha visto en la historia del Perú y por eso, en su caso, el destino de Boluarte está sellado, haga lo que haga, diga lo que diga, porque cuando se vaya, la persecución judicial será feroz.
El Lagaro tiene mucha audacia, Boluarte nada. El Lagarto es un criminal casi perfecto, Boluarte es una cara cortada, irrespirable, matona, servil a serviles. El Lagarto es un “as” para el delito. Boluarte es la “joker”, la comodín que tiene la cola corta y por eso se ha quitado varios años del rostro, pero no se los quitará de la cárcel, su destino final y fatal.
Boluarte cree que va a pasar a la historia por su “legado”. La muerte de otros, no es legado, es crimen.