La extrema izquierda no es parte de la izquierda, es su esencia y resume a sus jerarcas, a sus operadores, a sus esbirros y soldados del odio y el resentimiento. Que la vicepresidente de Pedro Castillo, del presidente de la extrema izquierda del odio, haya variado en algo sus formas de gobierno y a la vez haya dejado de lado “a los camaradas más conflictivos” para cambiarlos por “compañeros de otras tendencias” no deja de ser parte del libreto de acomodos de las izquierdas. No es que Dina Boluarte ahora es demócrata y ahora también está al lado del respeto de la Constitución, no es así, al contrario, lo que pasa es que no todos son acuciosos en los detalles: Boluarte es un proyecto autoritario que anhela ser una realidad dictatorial y para eso, cuenta con una estructura de gestión y de construcción de su imagen, sobre la que descansa una secuencia llamada Otárola (por allí va la trama política de sostenimiento y continuidad, en una apuesta arriesgada pero no imposible).
Frente a este hecho cierto, que los mini grupos de las izquierdas saben que existe y está en marcha, no hay una respuesta conjunta para aprovechar “esa coyuntura” colocando cuadros y militantes en el Estado y en proveedores que ayuden en labores de activismo descentralizado (en las regiones), sino un intento de “revivir para arrasar”. ¿Qué hechos o acciones quieren revivir para arrasar, que en el pensamiento de las izquierdas les funcionó alguna vez?
Ocurrieron dos hechos concretos: el Paro Nacional del 19 de julio de 1911 y el atentado de la Calle Tarata en Miraflores, el 16 de julio de 1992. Los dos sucesos de violencia izquierdista fueron planificados, organizados, ejecutados y reivindicados por sus actores y gestores, con diferentes impactos.
El Paro Nacional del 19 de julio de 1977 guarda coincidencias en las divisiones y acusaciones con la ahora de capa caída CGTP (Confederación Nacional de Trabajadores del Perú), identificada con el gobierno de Boluarte-Otárola por un lado, teniendo a decenas de grupos tratando de asumir la conducción de este nuevo 19 de julio de 2023 o denominada Toma de Lima, que se realiza en su enémisa versión, teniendo entre anuncios y frustraciones más de veinte tomas pasadas, casi una borrachera de intentos. Y decimos y repetimos “tratando de asumir la dirección” porque no existe ni un solo liderazgo, sino puros “jerarcas”, operadores, peliculineros, eternas candidatas a lo que sea y cuando sea, esbirros y soldados del odio y el resentimiento, en pugna por salir en televisión, hablar en cualquier radio o salir en un medio impreso o virtual. Están en pelea propia mientras se esfuerzan en que alguien les diga que son la nueva voz, el nuevo Perú ¿Entienden ahora por dónde va la telenovela?
Los estrategas de las izquierdas, ven ahora el mismo escenario de 1977: presionar con protestas que desemboquen acciones de violencia -incluídas nuevas víctimas, de ser posible fabricarlas- para que el gobierno anuncie un adelanto de elecciones, convoque a referendum para decidir si el país quiere ir hacia una Asamblea Constituyente con demagógicas fórmulas de representación proporcional y finalmente impulsar una nueva Constitución. A eso van, a eso vienen a Lima todos los dirigentes de los partidos, grupos, gremios, movimientos, colectivos y facciones izquierdistas aprovechando el enorme descontento que existe en los que no son de izquierda y que podrían, esto es algo muy difícil, podrían plegarse a esas protestas pero no bajo las fórmulas de esta convocatoria violenta, agresiva y llena de odios.
De cada 10 peruanos, ocho no están de acuerdo con el gobierno. Pero algo que no publican las encuestadoras es que de esos ocho, siete NO son de izquierda, sino que se definen 4 de derecha, dos de centro derecha y uno de centro. Y además, consultados esos “1” de izquierda, el 95% no reconoce a ninguno de los convocantes a la Toma de Lima como voceros de representación ciudadana.
¿Se dan cuenta? Una suma de izquierdas deslegitimadas que se juegan un “sí o sí” en fechas que quieren “inmortalizar” sumando antecedentes de protestas que ya no son significativas para las nuevas generaciones y aquí, viene un gran peligro, queriendo atacar nuevamente con extrema vioencia a un distrito como Miraflores, en un Tarata II, ese es el objetivo final de estos neo senderistas y hay que decirlo, hay que hablarlo en forma clara y sin miedos, quieren revivir el miedo y quieren desmontar la defensa de la Libertad y el espíritu democrático de los pueblos, en cuya imagen siempre está y estará Miraflores, para dolor de todas las izquierdas.
Por eso, ante la pregunta: ¿Qué pretende la extrema izquierda con ese cuento de la “toma” de Lima? la respuesta es una sola: No intentan centralizar una lucha, no quieren demostrar la urgencia de sacar a Dina Boluarte y su gobierno, porque ninguna urgencia demora ocho meses, sino que quieren revivir el violento paro nacional del 19 de julio de 1977 y buscan en especial, revivir el odio del atentado de Tarata, de un 16 de julio, tres días antes de los que ahora quieren estallar.
Están armando el cartucho y les falta encender la mecha. ¿No haremos nada? ¿Creeremos que Boluarte defenderá al país más que a su gobierno y a sus aliados? Ver para creer.
Imagen referencial, paro nacional del 19 de juio de 1977