Pertenezco a la generación de acero, aquella que sacó el país adelante a punta de trabajo duro, sacrificios sin fin y a punta de pistola para impedir que el genocidio terrorista acabara con la patria.
Mi primer contacto con la política fue a mediados de la dictadura militar que, con el felón Velasco Alvarado, quebró la economía nacional mediante un modelo estatificante inspirado y auspiciado por Cuba y la entonces URSS. Viví en carne familiar los estragos de la pésima reforma agraria y del populismo pseudo nacionalista.
Mi primera experiencia frente a la represión política fue durante el “limazo” en febrero de 1975, cuando la tropa asesinó a decenas de policías y civiles que exigían condiciones dignas de sobrevivencia. En las aulas sanmarquinas me mantuve liberal – conservador ante el naciente SL.
Vi con ilusión la Constituyente de 1978. Más tarde, al margen de la amistad personal, asumí una posición crítica contra el segundo belaundismo. Luego confronté con dureza desde las columnas periodísticas al primer gobierno aprista.
El terrorismo atentó contra mi vida y mi familia tres veces y eso me obligó a caminar literalmente con el arma en ristre. En 1986 recibí de Juan Carlos de Borbón el ofrecimiento de exiliarme en España, pero no acepté porque sostengo que de mi país nadie me bota, menos el comunismo.
Opositor radical a la autocracia fujimorista fui, triunfal, a un juicio perverso provocado por Montesinos.
El 2000 creí en Paniagua sin advertir que era un izquierdista convicto; después me entusiasmé con el Toledo inicial, pero resultó un gran fraude. Recuperé la fe con el segundo Alan García y su estupendo gobierno. Después he sido opositor con justa razón de Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti, quienes han destrozado genocidamente al país.
El 11 de abril aposté por López Aliaga porque soy consecuente en la búsqueda democrática. Y ahora votaré sin vacilaciones por Keiko Fujimori. No porque sea “el mal menor” sino porque es muy diferente a su padre; sí es demócrata y representa la única alternativa para impedir que nuevamente el comunismo polpotiano vuelva a desangrar a la peruanidad.
Quienes adoptan poses contra Keiko -a quien no conozco personalmente- son incapaces de entender que está en juego el modelo basado en la libertad. Son aquellos que no entienden por qué nuestra generación es de acero y por qué frente al enemigo comunista, las ideas, llegado el caso, deben respaldarse con las armas.