No es reciente pero están de moda el odio y la violencia, unas veces en las calles, todos los días en las redes sociales, que para mala evolución, están siendo usadas como un nuevo camino para la revolución de las izquierdas subversivas, así de simple, así de evidente. Y por eso se habla de violencia de nuevo tipo, de guerra civil de nueva forma y desarrollo. Ya no se necesitan los caballos, los uniformes, dos bandos contrapuestos y perfectamente identificados con sus símbolos y generales dispuestos a pelear en el campo de batalla con sus tropas alentadas en arengas y gritos de lucha para la victoria, ahora lo virtual cobra vida para terminar con la vida misma, si se sigue incentivando el odio y la violencia, si es que lo permitimos.
No es un tema sociológico, antropológico, ni político en si mismo, es un hecho de la realidad que debe hacernos ver las cosas en forma rápida, concreta y directa porque avanza sin que veamos las nubes en el horizonte, porque no es necesario ver edificios quemados o cadáveres expuestos para saber que existen hordas escribiendo para incentivar el odio por lo que sea, cuando sea y como sea, con tal de hacer crecer la ira y con ello, el caos, la anarquía y la rebelión injustificada, a fin de crear todo el marco de nueva legitimidad para la conquista del poder, sin necesidad de democracia, sin participación popular efectiva.
El teatro del absurdo cobra vida al hacerse común la ausencia de indignación y la presencia constante de lo irracional -de la ira, a lo irracional- ¿Se dan cuenta? Claro que algunos pueden decir que sí, que lo notan, que están molestos por lo que pasa, que les causa estupor tantos enfrentamientos, bloqueos de caminos y puentes, cierre de aeropuertos, destrucción de emprendimientos y toma de instalaciones de energía o hidrocarburos con fines de amenaza y posible destrucción, pero los que se dan cuenta son pocos, los que se indignan y lo dicen, somos menos. Hay un silencio indiferente muy grande en el país, que no es ser complacientes, sino auténticamente indiferentes y ese, es nuestro pecado mayor. Estamos en Cuaresma, no hay que negar lo evidente.
Los que generan la violencia en el Perú no son los pobres, ni los campesinos, ni los olvidados. Ellos están luchando denodadamente por surgir y no sucumbir, por sobrevivir y comenzar a escalar en el rumbo del progreso y del desarrollo, lo tienen clarísimo, no nos equivoquemos en el análisis y menos en el juicio de valor.
Los que generan la violencia en el Perú son políticos militantes del pensamiento “Gonzalo de la Nueva Era”, ellos quieren “destruir, arrasar, renacer”. ¿No han leído nada de estrategia marxista leninista? ¿No saben quién fue Mao? ¿Les trae a la memoria Camboya? Toda esa historia de criminalidad y sangre es originada por el comunismo vestido de mil rostros y dos mil discursos de paz, pero con una sola meta: revolución o muerte.