Desde hace años, varios rostros de la izquierda de segunda línea (la que nunca ha logrado nada para sus colectivos, partidos, clanes, oenegés y medios de nulo impacto y pobrísima lectoría), han intentado en una forma u otra “activar la protesta y sus efectos victimizatorios” para obtener protagonismos y beneficios previos, publicidad y propaganda frecuente (alcanzando o superando a sus camaradas “referentes”), así como obtener mediante colectas de dinero, ofertas de lavado de activos puestos como aportes a la supuesta lucha, pitufeos de fuente sucia y diversa, el presupuesto para la conquista de beneficios posteriores, como podría ser el candidatear a cualquier cargo político, de preferencia “congresista”.
Todos los incapaces se creen el outsider de la izquierda, el que puede ser presidente proviniendo de cualquier cantera de violencia y agresión política. Evidentemente, se ponen en vitrina las que piensan y actúan de la misma forma, ya que ser de izquierda en el Perú, siendo masculino o femenina, es algo que los identifica y une en la identidad: el fracaso, el odio, el resentimiento, la frustración, el ser acomplejadas y por supuesto, poseer la máxima ignorancia posible para no tener ni ideas, ni principios, tampoco propuestas y argumentos.
Por eso, los de las izquierdas hablan sandeces, repiten slogans, se dicen ser la voz del pueblo y no tienen eco ni en sus propios desagües de maldad.
Hoy, se empecinan en incentivar la violencia extrema algunos medios de comunicación que subsisten por los residuos de las propinas que sacaban de los gobiernos pasados, a modo de extorsión y chantaje, ya que, por ejemplo, un operador del servicio de inteligencia paralelo les brindaba grabaciones de interceptaciones telefónicas, videos de seguimientos escabrosos, entre los cuales hubo “infiltrados plantados” en cada momento.
En el caso del transporte, los denominados dirigentes NO son nada representativos, están desde hace varios años con el mismo discurso de paro nacional, paro indefinido, siempre y cuando les digan que se va a retirar a los más de diez mil vehículos de transporte público que NO deben de circular desde hace más de diez años, pero por esa presión y supuesto miedo al “paro” cada año, les han ido aceptando postergaciones del fin de sus operaciones con vehículos sin SOAT, sin revisiones técnicas, que son conducidos por choferes sin licencia vigente en la gran mayoría de los casos. Y todas esas combis, custer y ómnibus, acumulan decenas de miles de infracciones de tránsito y multas que no han sido pagadas hasta el momento.
Es decir, estamos pasando décadas de permisividad con los que atropellan escolares, con los que maltratan a las mujeres y los ancianos, con los que hacen lo que les da la gana y manejan combis de la muerte y no asumen sus responsabilidades y ahora, estos sinvergüenzas proclaman un paro nacional exigiendo lo que nadie sabe qué es, porque no están pidiendo capital de trabajo, un programa de reemplazo y modernización de unidades, profesionalización del servicio de forma integral, facilidades para formalizar sus empresas y pagar impuestos. No se conoce ni una sola propuesta que sea compatible en igualdad de beneficios para usuarios y transportistas.
Lo que sí vemos, escuchamos y oímos, es a un puñado de miserables exigiendo protagonismo político, anulación de multas, aumento en los precios de pasajes, exoneración del IGV en combustibles, pero para ellos nada más, y también cambio de gobierno, mayor desinstitucionalización y miren ustedes: ser “ellos” los que dicten el camino del país. Absurdo, inaceptable.
El paro de los extorsionadores ha revelado quiénes están detrás. Son los mismos que piden tolerancia con los herederos de sendero luminoso y el MRTA, son los mismos que han recibido miles de millones de soles en avisaje y publicidad estatal para sus medios de comunicación, son los periodistas y consultores políticos engreídos por los pésimos presidentes que han estado en palacio de gobierno y que, En estos momentos, ya deberían purgar cadena perpetua en la cárcel.
Los extorsionadores del transporte están en una guerra de rutas y dominio territorial, de la misma forma que los de construcción civil, lo mismo que los mini cárteles de las drogas, lo mismo que las bandas de robos por zonas y cuoteos, lo mismo que los delincuentes de la denominada minería ilegal y lo mismo que los mercenarios del periodismo. Es guerra de bandas, pelea de hampones. Quieren zonificar dominios públicos y privados, asegurar presencia en cargos públicos electos y designados de sus patrones y de sus secuaces. ¿O no se acuerdan de un exministro prófugo que les dio a estos mismos miserables lo que pidieron hace años, como la extensión de circulación de más de diez mil unidades que son un riesgo permanente para los usuarios y ciudadanos en general?
Es verdad que hay más delincuencia y es más violenta. Pero es verdad que a esa delincuencia se le ha unido en forma abierta la del transporte, con iguales métodos, con más víctimas inocentes.
¿Cómo resolver este “estado de cosas”? Con la mayor represión posible, aplicando la Ley y la Constitución, respetando y protegiendo los derechos humanos y las libertades de todos los peruanos que están siendo amenazados por las mafias de los extorsionadores.