No es ninguna novedad que el partido de la siempre frustrada y perdedora candidata ultra izquierdista Mendoza sea el motor apagado de las disputas pre electorales en algún sector de los muchos barrios de broncas marxistas que se dicen cualquier otra cosa, menos marxistas, menos comunistas.
La estrategia de dividirse y enfrentarse para ver quién es la cabeza y cola de cada manada, es siempre lo mismo entre los que odian y se odian, entre los que gritaban revolución y terminaron en la rendición, porque adoran ser parte de las planillas del Estado que quieren destruir, pero del cual les gusta depender como “funcionarios”.
La izquierda es sinónimo de absoluta desunión, partición, explosión, demolición y resignación. Por eso, antes de cada elección se ponen furibundos y furibundas sus hienas y roedores, para jugar al “yo soy” el que debe asumir el sacrificio de candidatear… dicen, que por el pueblo.
Esta Semana Santa, llena de discursos de odiadores y fariseos que se burlan de la Fe, hemos visto una especie de gran hipocresía militante en las izquierdas, que han hablado y exigido que los demás, no ellos, se comporten con apego a los postulados del Cristianismo. Increíble, los que defienden el asesinato de millones de creyentes, aun de niños y ancianos indefensos, proclamaron “lo que debe hacer un Cristiano en su día a día, con su Fe”.
Los izquierdistas ¿son los nuevos cardenales? Por supuesto que no.
Los directivos de las organizaciones de las decenas de izquierdas descompuestas, siguen en su incompetencia a paso firme, destacando que la ignorancia y la estupidez los está llevando al grado supremo de ser imbéciles y no es por gusto, es por convicción militante; aceptan su maldad, no quieren cambiar su perversidad.
Los radicales, extremistas, pasivos, centristas, panfleteros, progres y caviares, resumen que su diversidad negada es la muestra de su anti inclusión y evidencian que el odio que llevan dentro es su único núcleo y símbolo de la izquierda, desunida, multicolor pero unineuronal.
La izquierda, las izquierdas, siguen dividiéndose entre sí, para morir unidas, eso es lo único que las une: extinción.