Refiere Hannah Brockhaus de CNA lo dicho por Benedicto XVI, en un ensayo elaborado en el 2018 pero publicado después de su muerte, acerca de la extensión dentro de la Iglesia de una concepción protestante de la misa, y también de cierto “proceso de gran impacto” que es la “casi completa desaparición del sacramento de la penitencia”.
Este ensayo se incluye en la obra póstuma de Ratzinger “Che cos’è il cristianesimo – Quasi un testamento spirituale” (Qué cosa es el cristianismo – Casi un testamento espiritual) editado por la prestigiosa Mondadori, que consiste en quince escritos de Benedicto luego de su renuncia en el 2013, cuatro de los cuales son inéditos.
Un capítulo sobre la comunión eucarística
Las expresiones arriba reseñadas de Ratzinger están incluidas en el capítulo “El sentido de la comunión”, de 17 páginas.
Sobre el primer asunto, el Papa Ratzinger habla de que la Comunión es entendida en muchos ambientes católicos como una mera “cena” y que “en tal situación de una muy avanzada protestantización del entendimiento de la Eucaristía” en sectores de Iglesia, algo como “la intercomunión parece natural”. Intercomunión es el ofrecimiento del sacramento eucarístico a personas que no comparten la fe católica. Ratzinger escribió este ensayo justo cuando en el seno de la hoy cuestionada Iglesia alemana y entre esta y Roma se daba una acalorada discusión sobre si dar o no la comunión a cónyuges protestantes de personas católicas, según refiere Sandro Magister en L’Espresso, quien ha sido autorizado por Mondadori para publicar la primera parte de este ensayo.
En tal capítulo referido a la comunión eucarística, el Papa Ratzinger hace un recorrido histórico de lo que fue un impulso entre cristianos evangélicos y católicos, en el tiempo de la Segunda Guerra y posguerra, “a favor de la comunión eucarística común entre las confesiones”. Un “deseo de un solo cuerpo del Señor”, que al inicio tenía un sincero y “fuerte fundamento religioso”, pero que hoy “está determinado más por fuerzas políticas y sociales que por la búsqueda interior del Señor”.
Ratzinger pone el ejemplo, poco después de la reunificación alemana tras la caída del muro de Berlín, cuando un acto eucarístico, bebiendo del cáliz, se caracterizó “como un acto esencialmente político en el que se manifestó la unidad de todos los alemanes”.
“Reflexionando sobre ello, todavía hoy siento de nuevo con mucha fuerza el alejamiento de la fe que provino de esto. Y cuando presidentes de la República Federal de Alemania, que al mismo tiempo eran presidentes de los sínodos de su Iglesia, han llamado regularmente en voz alta a la Comunión eucarística interconfesional, veo cómo la demanda de un pan y un cáliz comunes puede servir a otros propósitos”, expresa el Papa alemán.
Benedicto también apunta a cierta exégesis protestante, que quería asimilar las comidas que Jesús tuvo con pecadores con la Última Cena, donde se instauró la eucaristía católica. Sin embargo, refiriéndose a esa asimilación, Ratzinger dice que “[eso] no es así”.
“La ofrenda del cuerpo y la sangre de Jesucristo no tiene conexión directa con las comidas con los pecadores”, explica el Papa emérito, agregando que “Jesús celebró la Pascua con su familia, es decir con los apóstoles, que se habían convertido en su nueva familia.” “Los cristianos continuaron esta tradición. Son su ‘chaburah’, su familia, que ha formado a partir de su compañía de peregrinos que recorren junto a él el camino del Evangelio por la tierra de la historia”.
La Eucaristía, para la comunidad de creyentes
“Así, la celebración de la Eucaristía en la Iglesia antigua estuvo desde el principio ligada a la comunidad de creyentes y con esto a estrictas condiciones de acceso”, expresa el Papa Ratzinger.
Mientras que en las confesiones protestantes la celebración es llamada “cena”, en la Iglesia se le llama Eucaristía, lo que no es una mera “distinción lingüística”. “En la distinción de las denominaciones se manifiesta, en cambio, una profunda diferencia ligada a la comprensión del mismo sacramento”.