La humanidad ha pasado momentos muy difíciles. Y ha sido en estos momentos en donde ha tenido la oportunidad de realmente analizar el camino que debe tomar. Puntos de quiebre en donde hemos decidido como humanidad el camino que tomaremos.
A veces las crisis son avisos para cambiar nuestro camino, para pensar si lo que estamos haciendo es lo que en realidad queremos hacer; para pensar en el futuro que quisiéramos vivir.
Así fue luego de la Primera Guerra Mundial, en donde, entre otras cosas, se creó el organismo predecesor de las Naciones Unidas, La Liga de Naciones, y la humanidad inició un período de alto dinamismo social, cultural, económico y artístico: los “roaring twenties”, una década en donde la humanidad pensaba en el futuro que quería y trabajaba para lograrlo.
Nació de una crisis y el destino quiso que fuera detenida por otra: la GranDepresión, una década de crisis económica, de pesimismo. Un aviso que la humanidad no escuchó, lo que llevó a una crisis todavía más grande: la Segunda Guerra Mundial.
Esta vez el golpe sí fue suficiente para aprender y decidir el camino que la humanidad debía seguir. Fue ahí donde se formó la Organización de las Naciones Unidas, con el objetivo de mantener la paz internacional, alcanzar la seguridad del mundo y empujar su desarrollo económico y social.
Se generó un nuevo impulso, un nuevo momento en donde hubo optimismo por el futuro, en donde colectivamente se construyó esa visión, esa imagen que se quería y cada quien trabajaba desde su parte para alcanzarla. Un momento que yo todavía alcancé a vivir un poco. Y recuerdo que pensábamos en el futuro y nos entusiasmaba, disfrutando nuestro momento y de esta manera ayudando a crearlo.
Mientras vivamos estos momentos de optimismo, hay que cultivarlos, para mantenerlos y avanzar lo más que podamos.
Hace dos años estuve en la Asamblea General como Presidente recién electo de un pequeño país en Centroamérica, El Salvador. La misma Asamblea General que hace muchos años despertaba tanto optimismo se estaba acercando a la obsolescencia.
Lo probé con una selfie, para demostrar que el mundo había cambiado, que sigue cambiando y que es nuestro deber entenderlo para luego usar nuestro potencial para cuidarlo y resolver los problemas que podemos resolver. Y cómo en El Salvador estábamos empezando a entenderlo.
Lo volví a decir hace un año, en medio de una pandemia, que como toda gran crisis, era un nuevo aviso para reflexionar sobre nuestro camino. Y hablé de cómo en El Salvador, a pesar de todo, estábamos pensando en ese futuro con optimismo.
Este año estoy de nuevo acá, viendo cómo no entendimos ese aviso y nos estamos dirigiendo hacia otra crisis, quizás incluso más grande, como lo fue la Segunda Guerra Mundial después de la Gran Depresión. Arriesgando mucho más de lo que creemos posible perder.
Estamos en un mundo cada vez más acelerado, más desunido, más ansioso, más pesimista y más individualista. Un mundo en donde casi nadie sabe hacia dónde vamos, o al menos adónde quisiéramos ir. Resolviendo problemas momentáneamente, saltando de crisis en crisis hasta que lleguemos a una que no podamos resolver.
La sociedad y el mundo están sufriendo y parece que cada vez estamos más lejos de resolver las causas de este sufrimiento. Un mundo que sigue produciendo más de lo que necesita y aun así hay gente que sigue muriendo de hambre, de falta de medicamentos, de falta de agua potable…
Un mundo en el que si alguien quiere hacer las cosas diferentes, se le ataca, en lugar de guiarlo y ayudarlo a crear su camino, un camino que el resto de la humanidad pudiera llegar a seguir. Un mundo todavía en medio de una pandemia, donde hemos visto lo peor y lo mejor de nuestra especie y cuya respuesta colectiva solo ha multiplicado la ansiedad global. Una pandemia que ha profundizado la crisis que ya existía. Acercándonos mucho más a un colapso civilizacional de lo que habíamos estado en décadas.
Un mundo con crisis de todo tipo, pero principalmente con una crisis de identidad. Extremadamente ansioso por el camino que está tomando. La civilización es frágil. El avance de la humanidad también. Y estamos fallando en ese avance. Una crisis más y podríamos perder mucho más, y mucho más rápido de lo que creemos posible. Aprendamos de las civilizaciones anteriores, de sus logros y de sus errores.
Tenemos una responsabilidad con la historia, con todos los que nos precedieron, de continuar el progreso de la humanidad y avanzar lo más que podamos. De construir sobre lo que ellos construyeron, de edificar
sobre hombros de gigantes. En un camino que va hacia el futuro, pero que respeta y valora de dónde venimos. Nuestras tradiciones, nuestras costumbres, nuestra cultura, las cosas que nos hacen ser una civilización. Pero siempre avanzando, y a la vez preparando a los que nos seguirán en esta carrera de relevos que es el desarrollo universal.
Todavía tenemos tiempo de aprender de esta crisis y analizar si estamos haciendo lo que en realidad debemos. Si estamos por el camino que queremos.
Tenemos todas las herramientas para hacerlo. Vivimos en un mundo interconectado, globalizado y con la tecnología para resolver fácilmente todos estos problemas, pero sin la mínima voluntad para hacerlo.
Todo lo que hagamos, o no hagamos ahora, definirá si aprovecharemos o no este momento. Desde el acto más pequeño. Haciendo lo que en realidad nos hace felices. Manteniendo nuestras tradiciones, cuidando y valorando nuestras familias. Enseñándole a nuestros hijos lo que aprendimos de nuestros padres, de nuestros maestros. Valorando lo que nos ha hecho ser lo que somos y creando lo que seremos. Y a la vez, buscando personas que piensen así. Optimistas del futuro y del potencial del ser humano. Sirviendo de ejemplo a otros.
Por eso, en lugar de volver a pedir una refundación del multilateralismo hacia un nuevo modelo, en donde nos unamos como naciones para analizar y decidir el camino que tomaremos…Estoy anunciando la intención de mi país, El Salvador, de irnos por ese nuevo camino. El camino hacia nuestro desarrollo y, primero Dios, un ejemplo para otros países del mundo. Diseñando el futuro que quisiéramos vivir. Un futuro en donde las personas tengan el criterio y la oportunidad para hacer lo que en realidad quisieran hacer.
Confucio dijo alguna vez: “Elige un trabajo que te guste y nunca trabajarás un día más en tu vida”. Y Goethe dijo: “El hombre que nace con un talento que está destinado a usar, encuentra su felicidad mayor utilizándolo”.
Esa es la manera, la filosofía de cómo estamos construyendo esa visión. Un futuro en donde las personas hacen lo que les gusta, y por eso lo harán bien, porque les gusta o les gusta porque lo hacen bien. Desarrollándonos económicamente por añadidura. En donde la economía es un medio y no un fin. Esto es lo que haremos en El Salvador. Tratando de construir poco a poco las oportunidades y cultivando el criterio para utilizarlas. Con las herramientas que nos han sido prestadas y de la mano de una población cada vez más despierta y con la voluntad de construir su futuro.
No será fácil, pero aprovecharemos el tiempo que Dios nos ha dado. Avanzando lo más rápido que podamos. Conscientes de la responsabilidad que tenemos. Invitando a las personas de todo el mundo que también piensan de esta manera; que todavía no han sido absorbidas por la hipercomunicación del sistema; que creen en el potencial cofinito de la imaginación y la creatividad humana y en la grandeza que podemos lograr y alcanzar como parte de la creación.
Dios ya decidió si seremos exitosos. Ese es nuestro destino y haremos nuestro mayor esfuerzo para alcanzarlo.
23 de septiembre de 2021