El Partido Popular Cristiano (PPC) fundado por Luis Bedoya Reyes, no pudo completar su historia con la vigencia de una participación política institucional como lo hubiera deseado aquél magnífico grupo de peruanos que inspiraron e iniciaron el camino de un socialcristianismo de formación y de valía, con gentes del mejor nivel profesional, académico e intelectual, para congregar sobre voces de prestigio y talento, sensatez y tenacidad, un mensaje que intentaba llevar al Perú hacia el progreso y el desarrollo, con justica y Libertad.
El paso de los años y el crecimiento progresivo del PPC con su presencia en la Asamblea Constituyente de 1978-1979, en las Cámaras de Diputados y de Senadores, y con Ministros de impecable gestión (1980-1985) y en diversas alcaldías provinciales y distritales del Perú, marcaron algunas grietas que no se resolvieron adecuadamente y con ello, la inusitada secuencia de salida de líderes y dirigentes, fue mayor que el ingreso de rostros de reemplazo o impacto superior a los que se fueron.
Ser líder, no es una tarea sencilla en un país de tantas complejidades y donde muchos creen que tienen la razón siempre. Por eso, el liderazgo se ejerce sin contemplaciones sobre amistades o cercanías, a fin de construir, consolidar y expandir una institución política de alcance nacional, una verdadera alternativa popular de gobierno con todos y para todos. Esto muchas veces se olvida, cuando el cariño hace que el perdón sea reemplazado por el olvido o la indiferencia. Ante tan difícil escenario, Bedoya prefería olvidar y esa muestra, molestaba a los que se sentían ofendidos o desplazados por el Tucán.
El PPC tuvo un extraordinario crecimiento, orgánico y funcional, con Richard Amiel y un grupo de jóvenes profesionales (ingenieros todos ellos) y estudiantes universitarios (de abogacía y ciencias politicas el equipo completo), que le acompañaron a hacer entender a la militancia, cómo se estructuraba una colectividad política moderna, de la mano de ejes de formación, capacitación y liderazgo. En esa tarea es que el PPC se impulsa hacia las municipalidades y da el giro complementario en su expansión hasta que comete el grave error de dejar de ir solo, para encontrar malos compañeros de camino, formando algunas alianzas y convergencias electorales imprudentes, cuyas malas representaciones le irían pasando factura a lo largo del tiempo. ¿Cómo fue que impactó eso en la estructura del partido?
Cuando se forman cuadros de pensamiento y mayor expansión en el mensaje, se cuenta con gentes que saben aportar y sobretodo discrepar para construir. No se puede hacer escuelas de formación para ordenar a los más jóvenes a pintar muros o servir de comparsa en una movilización de propaganda o de acompañamiento para la foto, porque esa tarea de pintar,actuar, marchar o movilizarse es de todos, incluye a todos. Tan simple como esto: incluir en la formación, incluir en las tareas y asignaciones es un deber de militante.
El PPC formó el prestigioso Instituto José Faustino Sánchez Carrión, sobre la base de la Asociación Acción y Pensamiento Democrático, con los mismos fundadores del partido, para crear una entidad de lucidez y expansión en las ideas, para generar propuestas y acciones de gobierno. Y así lo hizo por años, pero luego de la colaboración ejercida entre 1980 y 1985 con el gobierno del presidente Fernando Beláunde, y con el paralelo del ejercicio de decenas de administraciones municipales, la creencia correcta era que el crecimiento de la fuerza del PPC era a su vez, el demostrar que estaba en capacidad de competir para triunfar, y esa fuerza tenía que residir en postular a Luis Bedoya Reyes a la presidencia del Perú, con una base mayor, con una gran selección de talentos y con una popularidad aún mayor que se fundamentaba en las labores cumplidas en bien del país.
Vino el primer gran error: formar una alianza denominada “convergencia democrática” con un grupo de renunciantes del Partido Aprista Peruano (APRA) y con una fantasmal representación de independientes. Bedoya, que tuvo el maravilloso gesto de dar todos los votos del PPC para encumbrar merecidamente a Victor Raúl Haya de la Torre como Presidente de la Asamblea Constituyente de 1978-1979, se alió a los que le dieron la espalda al APRA porque uno de sus dirigentes -de un sector mínimo- no fue elegido como su candidato a la Presidencia de la República. Ese cuadro de unión con los que traicionaron al APRA, fue un golpe en la imagen, una herida que demoró en sanar con el tiempo y que perjudicó al PPC que logró apenas, un poco más del 11% obteniendo 7 Senadores (de 60) y 12 Diputados (de 180), donde no todos eran del PPC (primera señal de pérdida de espacios propios).
Esta alianza electoral trajo como consecuencia una mezcla de intereses y la presencia de interesados en sacarle provecho al PPC, en desmedro del PPC. Y fue así como la gestión dirigencial se “apristizaba” pero con los renunciantes de un sector del APRA que no tenían nada que aportar, como fue así en los siguientes años. Bedoya abrió puertas, extendió sus brazos y lo comenzaron a apuñalar por la espalda, mientras él seguía abriendo los brazos y las puertas.
Es así que durante 1985-1990 se confunden roles, se apagan algunas voces y se van muchos amigos. El PPC no comprendía que primero hay que ser algo que crece y se fortalece, con un mensaje propio y coherente, mientras los procesos electorales van siendo parte de una película que forma el testimonio de la historia, pero no una fotografía del acuerdo político con miras a resultados limitados de gobierno.
Las elecciones municipales “no pueden ser para repetir el plato, sino para agrandar la vajilla” y dar paso a la secuencia de liderazgos. ¿Pudo Amiel ser Alcalde de Lima en su segunda postulación? Si, si se hubiera hecho caso al consejo para poner a los alcaldes distritales “no como de nuevo” a la reelección, sino como refuerzos de peso en la lista de Regidores metropolitanos, reforzando a su vez la idea de “tener equipos de continuidad, para seguir haciendo bien las cosas en cada distrito”. Pero aquí vino otro error, al darse la impresión que no había nadie más, o que los cargos se estaban comprando. Malas decisiones, otra vez.
Y fue tan evidente el mal destino, que si bien algunos alcaldes fueron reelegidos en Lima, y tal vez en algunas otras circunscripciones, ni uno de ellos fue visto como potencial desarrollo de una línea de carrera política de mayor trascendencia. Y los que no fueron considerados, comenzaron a apartarse porque corroboraban que no había oportunidad para servir a sus comunidades. Suena duro, pero es la verdad.
Conflictos por malas decisiones en procesos electorales, conflictos por la presión ideológica de ex apristas que llegaron y se colocaron en posiciones clave sin el mérito de la antigüedad, de la militancia, del servicio o de los aportes en ideas y propuestas, conflictos por “puestos de trabajo”, como un adicional reclamo, pero de los que gritan mucho y no hacen nada más que hablar y hablar en tiempos perdidos.
Y así vino el punto de quiebre, el proceso electoral de 1990, cuando se forma el FREDEMO con Mario Vargas Llosa a la cabeza y una plancha con dos vicepresidentes de gran prestigio y fuste, pero con muy baja presencia de arrastre en votos y que además, eran opacados y dejados de lado por el comando de campaña de Vargas Llosa.
Los resultados fueron muy buenos a nivel de Senadores y Diputados para el PPC, porque sus candidatos fueron filtrados, revisados y re evaluados por una comisión que felizmente bloqueó algunas postulaciones insostenibles. Por ello, en el Senado fue una gran victoria colocar a Felipe Osterling en la presidencia, con una distinción que es de recordarse.
Vino sin embargo el autogolpe de Fujimori y comenzaron las resquebrajaduras políticas en el PPC, a las que se sumaron las confrontaciones ideológicas y hasta doctrinarias. Convocado entonces el Congreso Constituyente Democrático por Fujimori, el PPC se dividió entre los que estaban a favor de participar y los que estaban en contra. Ello trajo como consecuencia el apartamiento de Alberto Andrade Carmona, gran Alcalde Lima desde 1995 al 2002, pero con su propia colectividad política “Somos Lima”, luego denominada “Somos Perú”.
El PPC perdió a Alberto Andrade… y tan irracionales se volvieron los acuerdos políticos del PPC que hasta se puso un candidato para la alcaldía de Lima que obtuvo 3%, demostrándose que el populismo y los rostros “de contenido racial” no son sinónimo de atracción y respaldo popular, menos si están carentes de liderazgo, formación y talento. Por eso Alberto Andrade, exitosísimo Alcalde de Miraflores, tuvo el impacto formidable del triunfo seguido hasta que, cayó en lo mismo… ser él el partido y con eso, llevarlo progresivamente a su extinción electoral y luego de su deceso, a que usen su institución como vientre de alquiler o partido a todo costo para quien pueda pagar por usar su nombre en los procesos electorales.
El PPC anduvo de un lado a otro, perdiendo por celos internos la gran figura de Felipe Osterling como si le hubieran obligado a relegarse, perdiendo el empuje constante de Antero Florez Araoz (muy maltratado por unos desagradecidos “dueños temporales” que lo usaron para que logre la reinscripción del partido), perdiendo decenas, cientos de dirigentes que prefirieron volver a tener todo el tiempo necesario para sus profesiones, trabajos y familias, menos para la política y el servicio al país, en un partido alejado de su tradición institucional.
El tiempo pasó y ahora el PPC no tiene ni un solo alcalde, ni congresistas, no tiene a nadie como reflejo de la voluntad popular y ha perdido su inscripción ante el Jurado Nacional de Elecciones. No existe, no tiene DNI político y electoral, porque fue de tumbo en tumbo, de alianza en alianza, como Convergencia Democrática, FREDEMO, Unidad Nacional, Alianza para el gran Cambio y finalmente, Alianza Popular (la peor decisión del PPC en toda su historia).
Contados los hechos a grandes pincelazos, viene ahora la reflexión: ¿Queda algo del PPC? ¿Además de Lourdes Flores Nano, existe algún liderazgo que la gente mencione? ¿Acaso no tuvo herederos políticos Luis Bedoya? ¿Algún ex alcalde, ex diputado, ex senador, ex ministro o alto funcionario público con peso en su voz y talento en sus acciones? ¿Algún ex Decano de gremios de prestigio? Parece que no queda nada más que Lourdes y muy a lo lejos, algunos nombres respetables pero sin impacto político, sin proyección como dirigentes, sin horizonte electoral, sin arrastre, salvo que se busque y recuerde que hay muchos que en el tiempo se fueron y pueden regresar “para levantar el espíritu y las ideas en la acción”. Dirigentes pueden lograrse, candidatos deben formarse.
¿Qué queda del PPC si quiere reinscribirse? Una tarea enorme donde hay que tener en cuenta, primero, una plataforma de rostros nacionales y junto a cada uno de ellos, los respectivos referentes regionales, pero referentes en diversos campos de la gestión pública. ¿Quiénes son sus referentes en minería? ¿En economía y finanzas? ¿En agroindustria? ¿En la defensa de la propiedad privada? ¿Algún Decano de algún Colegio profesional forma parte del PPC y quiere ser uno de los rostros del renacimiento de un partido que era visto como la plataforma de los mejores profesionales del país? ¿Qué imanes serían conquistadores y atrayentes? ¿Volverían los desterrados y olvidados, los ninguneados y maltratados por los que “se compraron o adueñaron del derecho” de ser todo a la vez? (dirigentes del partido y a la vez candidatos para ser alcaldes, candidatos para ser congresistas, y a la vez secretario general distrital o regional, secretario nacional de algún cargo inventado, alguno de las decenas de vice presidentes del partido, presidente ocasional del PPC y candidato -la misma secuencia- para presidente del Perú, para alcalde de Lima, para congresista, integrante de alguna plancha presidencial, dueño del local y censor de invitados o cobrador de cupos para elecciones y miembro de algún directorio donde el partido ha constituído una asociación civil… sin fines de lucro?
Muy complejo es revivir, resucitar, relanzar y reconstruir un partido como el PPC donde se menospreció progresivamente el talento y la capacidad, para encumbrar gentes sin talento ni capacidad, para colocar al que grita y empuja, al que adula y sobonea, al que siendo caviar ocupó las decisiones y representó pésimamente una historia y valores que no le alcanzan, para designar en un gobierno “de lujo” y miserias humanas, a ministros que encubrieron la mentira, el daño y la perversión. Para recomponerse, se requiere recuperar el nivel y despejar lo contaminante, lo pernicioso, lo “izquierdisado”. ¿Es eso posible?
La respuesta es que se puede dar el caso, es posible, pero hay exigencias y la primera se llama nivel.
Nivel y agenda, eso caracteriza positivamente -en el recuerdo de muchos- al PPC; nivel y agenda de trabajo ordenado y secuencial, diferenciarse de la incapacidad, del demagogo y del populista, del acomplejado y del resentido. Nivel, ese es el punto de partida para organizar y dirigir un colectivo ciudadano que siendo incluyente de rostros y anhelos, debe liderarlos por el camino correcto y NO por el que busca ser la senda del empujón, del arreo o la estampida de los angustiados.
Si le das esa vuelta de rostro al nivel que se espera de un dirigente del PPC –es decir-, que sepa hablar y expresarse, que sea bien formado y que forme, que tenga ideas, argumentos y propuestas, que no sea uno de esos dependientes de una candidatura para financiar su presupuesto familiar y que no espere el cargo público para enriquecerse, es posible lograrlo. Pero de la mano, hay que rehacer Escuela Doctrinaria aplicada a la realidad nacional en palabras sencillas, traducidas en lenguaje común y en esa tarea se debería convocar en un acto público de disculpas, a los que tuvieron que irse, sin querer alejarse.
El tema hoy, no es recoger firmas alocadamente o a cambio de un kilo de fideos, ni buscar quién se lanza para el Congreso o para Presidente del Perú, sino inscribir militantes, armar la fuerza política de pequeñas estructuras operativas, darles Agenda de Acción política diaria y secuencial, tener dirigentes que sepan organizar una empresa política y no una beneficencia personal, motivar la interacción en las ideas y propuestas, promover comunicaciones virtuales y necesariamente presenciales, instituir días especiales de trabajo conjunto, salir a la calle e invadir las redes sociales, armarse de solidaridad y señalar conceptos claves: construir institución con presencia activa local (primero local), sembrar actitud cívica y compromiso ciudadano, tener Partido y recordar que se participa con la identidad propia hasta tomar cuerpo nuevamente y con la idea de ser UNO mismo.
El Perú necesita “a ese PPC” que hizo germinar Bedoya, con Roberto Ramírez del Villar, Mario Polar y Ernesto Alayza, “a ese PPC” que deslumbró con Enrique Elías, Ricardo Amiel, Celso Sotomarino y Felipe Osterling y también, “a ese PPC” donde aún estaban Alberto Andrade, Antero Flores y Lourdes, en un mismo camino de unidad y principios.
Nunca suena mejor la esperanza, que cuando se mira con orgullo el pasado virtuoso.
Nota de Redacción: El presente artículo ha sido elaborado por Ricardo Escudero, Carlos Gonzáles, Martín Villagarcía y Enma Delgado desde Lima, María del Carmen Ramírez desde Piura y Estelita Rodríguez con el resumen histórico desde Arequipa. Un trabajo conjunto de la Mesa de Redacción de MDP.