Vivir más tiempo no significa vivir mejor, ni intensamente; tampoco que por más tiempo sientas que estás viviendo como ahora lo haces.
Longevidad es una palabra que a muchos gobiernos les da ánimos -aparentemente-, en sus ganchos populistas, como si las condiciones de extensión de los años de vida hubieran sido un fruto de políticas públicas, y a las personas les hacen creer que seguirán siendo consideradas en una sociedad que por el contrario, desprecia a los ancianos, olvida a los abuelos, les quita pertenencias a sus padres y hasta en términos políticos, pretende eliminar el derecho al sufragio a los viejos, ampliándolo hacia abajo, a los menos jóvenes. Contraponer derechos es la formula de moda en el castigo a los viejos.
Saturnino y Agripina son una pareja de ancianos que tienen 75 y 68 años, aquí en Huancavelica, sobre los cuatro mil metros de altura, trabajando aun a esta edad su chacra de dos hectáreas, gracias a la ayuda de sus nietos, ya que sus hijos están en ciudades alejadas, ocupados en otras tareas y también, en otra familia paralela, con otros hijos que no conocen a los que están con Saturnino y Agripina.
Eso que es común, un padre con dos y hasta tres hogares, se convierte en un paisaje natural en un país que ha perdido el rumbo de la familia matrimonial. Lo peor resulta en que están desinformados, por su culpa y por irresponsabilidad del Estado en todos sus niveles, sobre los beneficios que van perdiendo a lo largo del tiempo, sea en materia previsional, sea en materia de seguros, sea en sus derechos como padres, esposos, hijos o trabajadores.
Entonces, con el tiempo avanzando rápidamente, Saturnino y Agripina acumulan más años y más temores, más arrugas en el rostro y en el corazón, porque sus hijos sólo ven en la propiedad de la tierra una posible fuente de dinero inmediato para sus propios gustos o anhelos y no una baraja de posibilidades para atender prioritariamente a sus padres y en paralelo -quizás, tal vez- generar ingresos en el tiempo (desde ahora o en corto plazo).
Si falleciera Agripina, es casi seguro que Saturnino sería llevado a un asilo y allí lo dejarían para nunca más visitarlo. Esa es la realidad. Entonces ¿Qué hacen los gobiernos y la sociedad en su conjunto para evitarlo? ¿Tienen que meterse en temas de esa naturaleza los gobiernos? ¡Por supuesto!
Políticas públicas que den valor, protección y estabilidad a la supervivencia en la longevidad, rescatando potenciales, estimulando la participación prolongada de cada actor, educando a todos, humanizando procesos, dando relevancia al rol del anciano en la secuencia y frecuencia de un aporte histórico al país ¿Es eso posible?
A ver candidatos presidenciales y futuros congresistas ¿Les suenan las palabras tristeza, soledad, abandono?