George Simion ha ganado con rotundidad la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía. Alianza para la Unión de los Rumanos, el partido de Simion, vendría a ser el equivalente de VOX en Rumanía. Simion ha recabado el 41% de los votos, frente al 20,9% de Nicușor Dan, el segundo clasificado, y al 20,4% de Crin Antonescu. Para hacerse idea de la debacle de la izquierda, Dan y Antonescu son candidatos de partidos de centro derecha, Dan sería el candidato de un equivalente a Ciudadanos y Antonescu el equivalente en Rumanía al PP. Es decir, la derecha tendría más del 80% de los votos. Víctor Ponta, el actual primer ministro y candidato socialista, tan sólo ha obtenido el 13% de los votos. La segunda vuelta para elegir presidente se librará por tanto entre Simion y Dan, o para entendernos entre VOX y Ciudadanos.
No nos encontramos sin embargo ante unas elecciones normales. Las presidenciales rumanas han venido precedidas por toda una serie de decisiones escandalosas del Tribunal Constitucional del país. Estas decisiones incluyen la anulación de las elecciones presidenciales en diciembre, que habría ganado Calin Georgescu, compañero de partido de Simion. No sólo es que se anularan las elecciones, sino que después se anuló la propia candidatura de Georgescu, motivo por el que el candidato ahora es Simion. De algún modo es como si el Tribunal Constitucional de Pumpido hubiera anulado las elecciones en España porque las ganaba VOX, hubiera ordenado repetir las elecciones, hubiera impedido presentarse como candidato a Abascal, se hubieran repetido las elecciones y las hubiera ganado de todas formas VOX, con un candidato distinto a Abascal.
Todo lo anterior constituye no sólo un escándalo democrático, sino que también es un buen termómetro del nivel de peligro en que se encuentra la libertad en Europa. La UE ya ha normalizado que se anulen elecciones o se cancelen candidatos cuando los resultados no le gustan al bipartidismo dominante (populares y socialistas europeos) que encarna von der Leyen. Esto no es ninguna broma. Además del intento de amordazar a los rumanos, en Francia se ha inhabilitado a Marine Le Pen y en Alemania se está estudiando la ilegalización de Alternativa por Alemania. No es sólo en España por tanto donde peligra el estado de derecho, en la Unión Europea la democracia está a punto de saltar por los aires ante nuestra atónita mirada. No son los militares, es un golpe de estado institucional. El resultado sin embargo es el mismo, un adiós a la libertad.
Por supuesto hay que encontrar un pretexto para justificar la voladura de la democracia que se está perpetrando desde la UE. La excusa elegida es la amenaza de la extrema derecha, el problema es que no existe tal amenaza. Cuando los partidos populares europeos se han desplazado hacia la izquierda viniendo a convertirse de facto en partidos socialdemócratas en lo económico, y en partidos woke en lo ideológico, se está intentando convertir en nazi a todo lo que hay a la derecha de estos partidos. Lo nazi en ese espectro es o nada o un porcentaje insignificante, pero es la excusa que se está utilizando para acabar con la democracia. Por el contrario, quienes evidentemente están amenazando la democracia son sus presuntos salvadores, que son los que se están negando a aceptar derrotas en las urnas, están cancelando candidatos rivales, o están intentado ilegalizar a los partidos que pueden ganarles. ¿Quiénes son los antidemócratas entonces? Por supuesto ninguna amenaza ultra parece que pueda venir de la izquierda, cuando se encuentra plagada de partidos que defienden abiertamente regímenes como el cubano o el venezolano. Prohibir la oposición no parece sin embargo que se haya convertido en una aspiración residual de partidos de extrema izquierda, sino que es una posición que ahora han hecho suya los partidos del sistema. En este sentido, ¿qué se puede esperar del sanchismo a la luz de lo que estamos viendo en Europa? Si el Constitucional español hiciera algo similar a lo de Rumanía, ¿Sánchez encontraría algún tipo de freno en la UE? Vistos los antecedentes, cabe temerse más bien que lo que tendría Sánchez si da un golpe de estado institucional sería el respaldo absoluto de la UE.
Respecto a lo que piensa Simion y lo lejos que está de ser un neonazi, basta con leer la entrevista exclusiva que amablemente concedió hace unos días a Navarra Confidencial para saber lo que piensa. Simion es un patriota, capitalista en lo económico y conservador en lo moral. Es un defensor de la vida y de la propiedad. En materia de inmigración, su postura es que “Damos la bienvenida a quienes respetan nuestros valores, se integran en nuestra sociedad y contribuyen al país. Pero rechazamos las cuotas obligatorias, las presiones ideológicas y el relativismo cultural que ha desestabilizado a parte de Europa Occidental. Rumanía debe seguir siendo rumana; abierta, pero no ingenua. Compasiva, pero no suicida”. Simion señala que “a diferencia de Europa Occidental, nuestra política migratoria ha sido cautelosa y centrada en mantener la cohesión social. Hemos evitado los guetos y las sociedades paralelas que afligen a muchas grandes ciudades de la UE”. No es de extrañar que no ya los rumanos, sino todos los europeos, se estén volviendo hacia este discurso que no sólo es sentido común, sino una reacción inevitable a los desastres que ya todo el mundo ve que está generando en todos los ámbitos (económico, energético, familiar, educativo, seguridad…) varias décadas de aplicación de la agenda woke. A la agenda woke no le queda más que reventar antes de irse (para no irse) el entramado democrático institiucional. No existe una amenaza neonazi. Existe una amenaza real para la libertad, pero como se está poniendo en evidencia es el politburó bruseliano la amenaza totalitaria de verdad. ¿Cómo van a ser los defensores de la democracia los que cancelan las candidaturas de sus rivales o anulan las elecciones cuando los resultados no les gustan? La buena noticia del día es que pese a todos los intentos antidemocráticos por frenar los aires de cambio, emerge en toda Europa una oleada popular cada vez más masiva y difícil de parar y callar.
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