No se trata de elegir entre lo malo y lo trágico, tampoco entre la subversión extremista y la corrupción permanente de la izquierda del odio, sino de exigir y controlar -como ciudadanos y sociedad civil- a quienes gobiernan, al amparo de la legislación vigente, pero deshacen todo concepto de gobierno, gestión y administración, para envolverse en el manto del robo descarado, el abuso imparable y la impunidad permanente.
No, no se trata de estabilidad democrática el darle respiro y continuidad a un gobierno nacional tan incompetente, a decenas de gobiernos regionales más incompetentes y a cientos de gobiernos locales terriblemente incompetentes, que junto a la estructura “institucional” del Estado, se deshacen en miseria, ignorancia y desfalcos.
El Perú jamás ha estado “tan desgobernado” y sin esperanzas, casi dependiendo de un mal futuro inmediato donde se juegan las monedas robadas o de mala procedencia, más de treinta y cinco agrupaciones políticas que salvo tres o cuatro, nadie las conoce, nadie las respalda, nadie las apoya pero, extrañamente, para los pervertidos medios de comunicación, son la migaja del pan podrido que se llama “reforma” y debemos comer, así nos cause anemia moral, desnutrición patriótica y deshonestidad intelectual.
Las horas fatales las vivimos intensamente por décadas y nos hemos acostumbrado cada día a respirar lo peor, como siempre. No entendemos que el proceso constitucional no es letra cerrada y cumplimiento obligatorio. Por eso, abusan del poder los que se apropian de la verdad “constitucional”, cuando sencillamente se debió llamar a elecciones al ser depuesto el agresivo golpista de Pedro Castillo, el agitador ultraizquierdista encumbrado por el partido comunista Perú libre al poder (en compañía de su vicepresidente Boluarte, el portero de palacio y prófugo de la justicia Cerrón, así como una larga lista de prontuariados que ahora, casi cada uno, tiene un partido político con licencia para participar en los siguientes procesos electorales, para seguir dinamitando lo poco de democracia que nos queda).
¿Estamos rendidos ante un manojo de delincuentes y una manada de asquerosos medios de comunicación, que componen la fauna carroñera del fin de la Libertad, y lo permitimos, por desgano, por indiferencia o por ser decentes, tolerantes y democráticos? No, me resisto a creerlo. No lo acepto.
La realidad, lo único cierto, es que no estamos dando la pelea para limpiar el gobierno expulsando a los corruptos y sinvergüenzas, para tener elecciones totalmente transparentes y ordenadas, para reconstruir los caminos de la Democracia y la Libertad.