A menudo se asocia a los pueblos indígenas con movimientos de izquierda. Sin embargo, es importante matizar entre “asociar” y “ser” de izquierda.
En el caso peruano, el movimiento de los pueblos amazónicos históricamente ha estado vinculado a la izquierda a través de las organizaciones no gubernamentales. Como podremos recordar, con la caída del Muro de Berlín, muchos “intelectuales” europeos y especialmente latinoamericanos de esa corriente ideológica buscaron un nuevo espacio para seguir difundiendo sus ideas. Si antes era la lucha del proletariado en regímenes como la ex Unión Soviética, ahora era la lucha de poder para controlar a los “excluidos” del “sistema”. En América del Sur, estos eran las minorías, entre los que se encontraban las mujeres y especialmente los pueblos originarios.
La ideología de lucha de clases se trasladó, de este modo, de las gélidas mañanas europeas a las cálidas tardes de la Amazonía Peruana. Vario pintas organizaciones no gubernamentales empezaron a inundar la selva, y, en su camino, comenzaron a embaucar a ciertos dirigentes indígenas. Conceptos como “el derecho consuetudinario” fueron acompañados de ideas como la “conservación del medio ambiente”. Un estornudo de esta corriente ideológica que salpicó al aparato estatal es el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Las áreas naturales protegidas son la encarnación de esa ilusión de la izquierda de ver una sociedad impoluta y comunitaria.
La izquierda viene adoctrinando hace más de 50 años a las organizaciones indígenas. Han construido una fuerza social y política bastante articulada. Este hecho, que es común ver en los discursos de los dirigentes más sobresalientes, es, sin embargo, solo un segmento del movimiento indígena. Gran parte, por no decir la mayoría de la población oriunda, desconoce la existencia de esta corriente ideológica, a pesar que vive impregnada de ella. Es por esta razón que, generalmente, las comunidades amazónicas parecen que fueran de izquierda. Pero no lo son. Lo indígena tiene su propia forma de ver las cosas, que en su momento abordaremos.
Fotografía del autor del presente artículo, Shuar Velásquez,
La asociación de la izquierda con el movimiento indígena ha tenido efectos prácticos que vale la pena rescatar. Gracias a los múltiples proyectos que estas instituciones vienen promoviendo se vienen logrando ciertas demandas, como son la titulación de las comunidades nativas y el impulso de las políticas de educación intercultural bilingüe. Estos logros son bastante significativos y han implicado un cambio en la relación de los pueblos indígenas y el Estado, en todos sus niveles.
Un riesgo principal de estos importantes logros es que se puedan estancar en el conservadurismo, es decir, en la idea de que el nativo es un “buen salvaje” y que, por lo tanto, hay que “protegerlos”. Es el paternalismo, cuyas fuentes son el colonialismo y que cierto sector de la izquierda lo ha asumido como propio. Estas elucubraciones generan dependencias y frenan la posibilidad de cualquier avance.
Para evitar esto es necesario generar espacios de discusión para ir visualizando los temas actuales de los pueblos indígenas. Es importante por ello una nueva corriente de pensamiento. Esta corriente tiene futuro en las bases juveniles, en las escuelas, y en los nuevos cuadros dirigenciales. Con los antiguos es difícil cambiar de discurso. Nuevos temas como la necesidad del cultivo del desarrollo económico serán esenciales para evitar que los pueblos indígenas sigan estancados o que parezcan una rémora ante el camino inexorable del tiempo.