Pienso “para qué he sugerido ese título a mi columna de opinión”, porque de seguro muchos pensarán que estoy por recomendar una nueva Constitución y eso, no es así, aunque podría ser (para estar en el lenguaje de los correctamente opinantes).
Lo que sucede queridos amigos y no amigos, es que desde hace décadas no tenemos descanso en el remolino de la estupidez política y esa profundidad del ahogo legalista, que nos está acostumbrando a perder casi todas las oportunidades que tenemos y a sobrellevar, a cuestas de lomo, una pesada presencia de lo absurdo y una eterna mirada sin futuro.
Si todo es crisis, si cada corto tiempo no existe sensación –menos convicción- que contamos con gente proba en los gobiernos o en el Congreso, si todo es crisis en el manejo de la cosa pública, en la organización del Estado y en la emisión de leyes contradictorias e intrascendentes para logar el progreso y desarrollo que se nos escapa de las manos ¿Qué debemos hacer?
Una de tantas respuestas es “refundar el país”, otra “tener una nueva Constitución” y una más atrevida, no hacer nada… es muy simple: sigamos muriendo.
La verdad única, total, absoluta y no aceptada, es que se necesita más que una salida, un cambio total. Pero ese cambio total debe partir de lo mínimo, de lo pequeño, desde el ámbito local, escalando a las regiones y construyendo una nueva forma de gobierno nacional, que sea la alternativa popular que todos reclaman para participar, no para seguir siendo observadores.
Construir ciudadanía desde el hogar y la escuela, para imponerse en las municipalidades como expresiones de consenso y gobierno es un imperativo moral y patriótico. No entenderlo es seguir apostando por el caos, porque las estructuras más pequeñas –en la imaginación de los políticos frustrados- deben aplanarse y no lo vamos a permitir más. Esas estructuras pequeñas deben convertirse en cimientos, ladrillo y concreto para edificar nacionalidad.
¿Necesitamos una salida o un cambio total? Un cambio total, desde la actitud de cada persona, hasta el cambio del ordenamiento legal existencial. Una Constitución que progresivamente sea de pocas letras y muchos anhelos, que proscriba al comunismo y que no permita limitaciones a la Libertad, una Constitución sencilla, con la palabra de todos y la mirada de muchos, que sea un discurso que se siente que se puede realizar. Pero para hacerlo, hay que dar la pelea de forma imparable renovando todos los partidos con jóvenes y viejos dispuestos a no ceder espacios a los caducos y atropelladores de antaño, a los eternos vividores de los militantes y activistas.
El cambio total es la salida.
Imagen de inspiración, del artista sueco Dan Lindsberg “Ms Twiggy”