El Papa Francisco no deja de describir la terrible realidad y las condiciones en las que nuestra sociedad se va desintegrando. Por eso en la Encíclica Fratelli Tutti, “Hermanos Todos”, pasa de un rol observador, a una voz protagonista y de allí a una de compromiso.
Dice Francisco que “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” finaliza el Papa.
¿No te suena conocida esta descripción cuando al salir de casa y pasar frente a un puesto de periódicos sólo ves portadas llenas de odio, revancha, promesas imposibles y de otro lado, slogans como si todo estuviera caminando a un mundo de felicidad y si lo criticas o niegas, te miran con desprecio o rabia algunas personas, mientras otras bajan la mirada y se quedan calladas? ¿No es este cuadro de polarizaciones lo que domina en unas elecciones por pequeñas o muy grandes que sean, cuando te dicen “¿por quién vas?” y si respondes por el contrario al que te preguntan, ya te ponen calificativos de bromas y hasta de palabras abominables? ¿No es verdad caso que las diferencias de opiniones, que deben de existir por supuesto, ahora son confrontaciones? ¿Es la política un camino de futuro o de destrucción del presente?
Y continúa Francisco: “En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso” – añadiría-, como si las guerras, el hambre, la falta de empleo, la angustia de niños abandonados y hogares destruidos no fueran suficiente enseñanza para el mundo.
Por eso, las palabras solidaridad, confraternidad, unidad familiar, ya no suenan alegres, están siendo destruidas por lo políticamente correcto, por el aceptar la banda del más fuerte por su dinero o las armas, o desde gobiernos que se alimentan del salario de los pobres y las clases medias. Pugnas de intereses, dominio de unos contra otros, ausencia de diálogo y carencia de libertad, en eso estamos metidos, hundidos.
De ese hundimiento humano deviene el hundimiento de nuestros cimientos, de la casa de todos, de la contaminación de aguas, mares y ríos, de la destrucción de bosques y campos, de perder el viento y el aire limpio, mirar la luz del sol bajo los árboles y el horizonte desde una peña junto al mar. La poesía de la naturaleza también se ahoga en las pugnas y “en esta cultura que estamos gestando, vacía, inmediatista y sin un proyecto común, es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”, lamentablemente.
Sin embargo, los campos se regeneran, las plantas vuelven con el agua de las lluvias, el mar endurece sus olas con el viento que no alcanza el mediterráneo o el desierto para llevar humedad y entonces, el hombre y la mujer recuperan también sus aromas de Libertad, la dulzura de la amistad, el sentirse amados para amar. Y si es con Fe, imparables.
El descarte mundial
No existe dolor sin respuesta de sanación, podemos sufrir los embates más terribles, las agresiones más duraderas, pero la invencibilidad de la Fe se levanta siempre como un manto protector.
Hoy el mundo, sin mediar ideologías ni cobardías en el poder, ha sido testigo del abandono y encarcelamiento domiciliario de millones de seres humanos, en especial los ancianos y los niños alejados de sus escuelas, para provocar desesperación y mayor sujeción de los gobiernos en la vida de las personas.
Nos han vendido ideas de muerte y miedo cada segundo de cada día, pero los políticos no han llegado a ese fallecimiento. ¿Qué sucedió entonces? ¿Qué virus para extraño este que no ataca a los políticos y los hace seres privilegiados de inmunidad mientras se espera angustiosamente una vacuna que podría ser no efectiva y entonces…
“La falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales… No advertimos que aislar a los ancianos y abandonarlos a cargo de otros sin un adecuado y cercano acompañamiento de la familia, mutila y empobrece a la misma familia. Además, termina privando a los jóvenes de ese necesario contacto con sus raíces y con una sabiduría que la juventud por sí sola no puede alcanzar” reflexiona el Santo Padre.
Puede parecer contradictorio pero los gobiernos necesitan población que sustente ingresos con impuestos en base al trabajo, pero es poco o nada lo que se hace en defensa de las poblaciones, como si sobraran millones de personas para vivir en dignidad. Y los demás, los que seguimos aún con vida, nos estamos acostumbrando a que cada día miles de miles fallezcan, como si fuera un cambio natural de lo sufriente o normal, a lo necesario y anormal.
Estamos ante una era de descartes: de los ancianos abandonándolos o haciéndoles creer que el suicidio (eutanasia) es la esperanza de sus familias para que no les vean padecer más y ellos –la familia- no padezca de gastos financieros, de los niños por nacer (con el asesinato llamado hoy aborto) usando sus cuerpecitos para experimentación “científica” (¿no leyeron lo que hicieron los nazis y ahora otros también en modernos laboratorios?), y sumamos otros descartes: las familias, el matrimonio, la herencia del apellido, el respeto a los mayores y la protección a los menores, la dignidad de la maternidad, el aprecio por el esfuerzo compartido, la solidaridad, el bien común… larga lista, larga esperanza también.