Los políticos latinoamericanos son una sombra sucia en la vida interior de los pueblos que componen la maravillosa tierra de García Márquez y Vargas Llosa, para ponerlo en la actualidad y no solamente buscar si fue Bolívar o San Martín, Sucre y quizás decenas de otros más, los que imprimieron un sello de dignidad y Libertad en gentes que no querían alejarse del espacio español, sino españolizar sus futuros porque era cómodo ser dominado con aires y miradas ajenas al color de la piel que no entendía eso de gobierno, democracia, territorios y participación de una naciente ciudadanía, con nombre propio y apellido de otros.
La conquista no fue eso, sino una llegada, el arribo interesado por las riquezas inacabables de la américa diferente al sur del río Bravo. La emancipación tampoco fue eso, el despegue de cadenas que imponían formas de ordenamiento, legislación, códigos y en cierta forma, enredos en las gentes que habitaban las que iban siendo naciones pero eran más de lo mismo de antes, sólo que con otros nombres.
No se hizo américa latina para un propósito, sino que nacieron feudos entrelazados que simbolizaron la parte que le tocaba a alguien -o alguienes, para ponerlo en contexto del lenguaje inclusivo retrocediendo 200 o más años-, que iban luego a ser competitivos en el dominio y la búsqueda de riquezas con sus vecinos, del mismo idioma, del mismo color de piel, de la misma santa religión que fue lo único que dio compasión y expansión a la educación. Eso es innegable.
Pero el tiempo, tan ajeno a lo que uno tendría que ir verificando para su camino y horizonte, fue duro con esa américa latina de fiesta y jolgorio que le gusta tanto subir un día al podio de los buenos ejemplos, como caer en una elegida desgracia por la cual, los más imbéciles gobiernan.
Lo hemos dicho una y otra vez: la democracia es el gobierno de los más capaces, para que los incapaces lleguen a vencer ese estado de ánimo y superen a sus gobernantes, convirtiéndose en la secuencia que se requiere en una nación. No se trata de que los mismos sean los mismos de siempre, sino que rote el gestor y los administradores para darle forma a la palabra gobierno, que no es control ni imposición, sino convocatoria, inteligencia, disposición y sacrificio hacia objetivos crecientes, constantes y meritorios.
Por eso, tomando como ejemplo lo que sucede en Venezuela, notamos que “solamente María Corina Machado es la Unidad”, que los de antes se quedaron en lo mismo de los mismos, en nada, en usar el poco dinero que se les daba en colectas y ayudas, que se lucían en medios de comunicación, embajadas y viajes o cenas de lujo, como si fueran un poder o un factor de presión y por eso, Guaidó falló y por eso, los otros como Guaidó fallaron y también traicionaron.
A María Corina le dicen que vaya, que salga, que enfrente, que sea corajuda. Los que se lo dicen son unos cobardes que juegan con la dictadura y esperan sacar provecho de tan noble y hermosa dama de la Libertad, pero ella no se los va a permitir, porque está educando con la palabra y retando con la mirada. De un lado y del otro le dicen que salga, que enfrente a la dictadura chavista, pero es la voz y el rostro de María Corina lo que les da la unidad correcta, unidad que no se mide en marchas sino en escalar la presión popular y conquistar el poder. ¿Lo va a lograr? Venezuela no cabe en esa pregunta, sino en una sola respuesta: sí.