Es complicado contarlo y no saber qué decir.
Dos amigos que nunca olvidan cómo se conocieron y no pudieron decir lo que sentían –por lo menos él- se reúnen luego de muchos años y el encuentro está precedido por un entusiasmo lleno de mensajes y deseos, llamadas de lejos y latidos internos.
Se ven y no tienen muchas palabras, sólo un gran abrazo que marca el tiempo para recuperarse, decir lo que sienten y no volver a perder esa oportunidad, inesperada y tal vez, la única, la última.
Los dos andan por caminos que sus manos y corazones unen. Y comparten sus sueños hablando para construir una gran familia porque encuentran otra luz que los vuelve ajuntar en un contacto de sentimientos, creando ilusión primero, amor después, caminando juntos de la mano ahora, después de muchos años.
La vida nos enseña que lo bello puede ser realidad, pero es trabajo de más de uno, es un camino de dos, siendo uno.
Las heridas que nos hacemos en el tiempo, necesitan un abrazo para el perdón que nace de un silencio prolongado, que no necesita palabras.
Un abrazo antes de terminar, puede ser la mejor forma de reflexionar al sentir en la fuerza de otra persona –la que se ama-, una diferencia que haga retroceder lo que te puede lanzar al abismo de la soledad, el olvido, la lejanía, el silencio al caminar mientras fumas un cigarro que te hace pensar en ti, en los dos.
Sería larguísimo contar las idas y vueltas que unen a los que se separan por momentos que deben recuperarse, despacio, pero recuperarse.
Es complejo escapar de lo que hablan todos, pero es mucho más complicado hablar de lo que sostiene a sólo dos personas, porque de ellas se sostienen otras más.
Tal vez no es necesario hablar de perdón por el silencio. Tal vez sea mejor convertir el silencio en perdón y sellarlo con un abrazo largo, escalonado, que abriga el alma.
Una vez que no se dice nada, parece como si esa “nada” tuviera sentido y se debe a que faltaron las palabras y sobraron las miradas.
Es posible que vuelva a existir una duda, un temor, y ese silencio lo ahoga. Cierras el abrazo y lo evitas, dañas, das la vuelta y das la espalda para no complicarte. Te haces protagonista de un falso sacrificio por la otra persona y la dejas herida.
Si das un abrazo y luego te volteas para escapar del amor, tu traición no encenderá otra vez el perdón.