Aquí no se trata de si uno es oposición al nefasto gobierno de Dina Boluarte y su socio político Otárola, una especie de suma de la continuidad del de Castillo con lo que quedaba del de Humala, tampoco de si uno es ahora un convertido, un nuevo adorador de la pareja autoritaria por contraposición a los caviares y sus oenegés aliadas con los escombros de los morados y progres, lo que resulta un argumento endeble, tonto y absurdo. Aquí se trata de ver y denunciar cómo se empachan los que creen que “con la Boluarte” todo puede ir mejor que con Castillo (sin evidencias hasta el momento), cuando lo único cierto es que todo hubiese ido mejor sin Castillo, sin Boluarte y sin Cerrón y su tropa del congreso de los incapaces.
Por no hacer y decir las cosas como deben y tiene que ser, es que Boluarte y Otárola, la pareja autoritaria, en alianza con Vizcarra, Acuña, Luna y los “intrépidos del cogoteo político”, están desarrollando el sucio libro blanco de la secuencia del dominio institucional, para someter y sojuzgar a los estamentos que siendo de segundo nivel, suenan como si fueran poderes del Estado (Jurado Nacional de Elecciones, por ejemplo, donde por un impresentable que no debería estar allí, muchos le atacan por el lado equivocado para su remoción, en vez de actuar y proceder con diligencia, inteligencia y prudencia en salvarguarda de la institución, no del manipulador que la avasalla). Lo mismo con la ONP u Oficina Nacional de Procesos Electorales, a la que se le sigue golpeando y haciendo eco de los golpes, cuando no hay que ver más para atrás, sino el ahora y hacia adelante de las siguientes elecciones, como un tema integral.
Y el gran problema que se suma en esta coyuntura, en el contexto de todo este drama, es el Congreso y su jauría de integrantes, donde quizás, tal vez, pudiera ser que cinco o seis se salven de toda la condena que merecen esa partida de ociosos y sinverguenzas -en mi opinión, es mi opinión-, a los que tenemos que soportarles sus fechorías e irracionales actos, para que con sus votos, reconduzcan en algo, el rumbo de una democracia frágil, que sigue siendo democracia, pero que está perdiendo sentido de existencia.
Hablar de legalidad no nos conduce a nada, hablar de legitimidad, menos. Hoy estamos en la deblace de nuestra existencia en “democracia”, pero con un ingrediente explosivo: crisis en la economía, falta el pan, aumenta el hambre, se extiende el desempleo, el colchón de la informalidad es el objetivo de la extorsión y el sicariato, se multiplica la angustia por las deudas, no hay rumbo y sobre esa realidad, el Ministro de Economía nos sigue hundiendo, mientras la señora Boluarte se va de paseo inconstitucionalmente, sin respetar la Constitución, con un Congreso de la República del odio que le aprueba cualquier irregularidad, con “prestigiados” constitucionalistas, que lástima decirlo, que le aceptan el puesto público como el gol del honor en el partido que se sigue perdiendo por goleada “¡que más importa al final de la vida si es hora de un honor inmerecido!” hundiendo una brillante carrera e imagen, porque no importa nada para ser embajador o ministro, o lo que sea para justificar lo injustificable, si el Perú igual se va a la mierda.
Hoy el obrero como el campesino, no toman desayuno, ni llegan a cenar. Hoy los niños que retornan de la escuela a sus casas, lo hacen con los ojos tristes y sin levantar la mirada, porque temen por papá y mamá, por sus trabajos, por lo que les falta para seguir luchando por sobrevivir cada día. Hoy, un gobierno que se encuentra empachado de soberbia y vanidad, “nos empuja a tener que estar a su favor por temor al comunismo o las extremas izquierdas” o nos desea ver en la otra orilla, la de los opositores que se ufanan de serlo desde el Congreso o la tropa de más de 24 organizaciones políticas con licencia para matar, si es que también llegan a gobernar.
Hoy, no existe hoy, ni mañana, ni futuro, si es que seguimos con este “gobierno de izquierda en pausa”, un grupo terriblemente pernicioso que está jugando a su continuidad electoral y a la creación de un imperio de dominio, así les de risa y parezca increíble, y a la vez, “está invirtiendo en la construcción de un culto al caudillaje” para hacer de Dina Boluarte un emblema de carácter presidencial y con Otárola, el emblema del orden gubernamental impositivo, ese de guiones prefabricados en tono agresivo y molesto.
Lo que no saben los dos y sus ministros cómplices, es que hagan lo que hagan, digan lo que quieran decir, nunca serán nada bueno para el país, ni siquiera un recuerdo triste, sino una página de muerte, hambre y pobreza, una página de estancamiento y retroceso, un libro de la maldad puesta a gobernar.
Es mi opinión.