En el paradero del Metropolitano veo muchas personas con sus celulares revisar sus correos, Facebook, twitter y cuanto canal virtual existe. Nadie habla salvo dos niños y dos viejos que llevan bajo sus brazos algún periódico.
En medio de esa soledad de palabras y miradas, una joven lee entusiasta un libro grande “El Ulises” de Joyce. Me quedo pensativo porque es una excepción y una alegría que alguien esté nutriéndose de cultura.
No niego el derecho a no leer un libro, pero ¿No sería motivador que más peruanos lean libros?
Avanza el bus del Metropolitano, suben y bajas gentes, unas apuradas y otras con rostros de esperanza. Ninguna con un libro; todas con sus celulares y el sonido que se produce cuando llegan los mensajes vía Whatsapp: “tin” y otro “tin” más.
La ausencia de lectores la compruebo en la Universidad cuando le pregunto a los alumnos por autores peruanos. Casi todos mencionan a Mario Vargas Llosa ¿Han leído alguno de sus libros?
Responden afirmativamente, en especial por “La ciudad y los perros”. Les ofrezco un almuerzo como premio si me dicen el apelativo de unos de los personajes. Ninguno responde porque no han leído el libro, han visto la película o en todo caso, sus consultas por internet en ese momento no revelan todo el contenido del libro, por eso no tienen la respuesta.
Pero para mi asombro en medio de unos segundos de silencio, una voz en la primera fila del aula me dice la respuesta. Es la joven del Metropolitano, la del libro grande.