Por Hugo Guerra, Publicado en el Diario Expreso
La prensa en el Perú atraviesa por uno de los períodos más oprobiosos de su historia. La pérdida del sentido ético y moral, la manipulación ideológica, la priorización de utilidades mercantiles por encima del interés nacional y la desesperación por conseguir la subvención publicitaria del Estado, hace que muchos medios se comporten como hienas similares a las que abundaron durante la dictadura de Velasco Alvarado.
A falta de mecanismos de autorregulación como el que impulsamos con Alejo Miró Quesada en 1997 y que creó el hoy decrépito Consejo de la Prensa, ciertos periodistas han convertido diversos espacios de radio, televisión e impresos en antros criminales. Desde allí se persigue, criminaliza y sentencia a quien se atreva a disentir del pensamiento único neomarxista.
Al hiperconcentrar la propiedad y los contenidos, el cartel mediático intenta crear, además, una posverdad protectora del gobierno de turno y defensora de la corrupción de Odebrecht, el consorcio de constructoras y sus cómplices de ciertas ONG.
Frente a ello, quizá por hartazgo y desesperación, pero al final por ausencia de convicción democrática, políticos impresentables pretenden penalizar el ejercicio periodístico, lo cual es muy grave porque evidencia que estamos llegando a extremos insostenibles.
Mientras eso ocurre, hay quienes trafican intereses subalternos en la seguridad de que contarán con el “compañerismo” mediático más agresivo. Un ejemplo grave es la querella que ganó y luego desistió el obispo de Piura, monseñor José Antonio Eguren contra los periodistas Salinas y Ugaz.
La reciente sentencia no versó sobre el presunto abuso sexual en una organización religiosa (cosa que de probarse debe ser castigada con el máximo rigor), sino sobre difamación a propósito del supuesto tráfico de propiedades rurales divulgado en el documental “The Sodalitium Scandal”.
No soy cristiano, pero me llama la atención que ese informe –extrañamente producido por la cadena qatarí Al Jazeera–, pese a la decisión judicial, siga utilizándose para atacar a la jerarquía católica antimarxista. ¿Cuál es el interés en el Perú de un medio musulmán denunciado en diversas partes del mundo como vinculada al terrorismo islámico?.
Muy raro; y como si eso no bastara, la Universidad del Pacífico se ha lanzado a proponer un “amicus curiae” en defensa de los querellados; recurso que pone en evidencia la pelea de jesuitas con sodálites. Es decir, pues, que en medio del desastre de la prensa actual las vendetas ya no son solo políticas sino también religiosas. ¡Lo que nos faltaba!