La plancha presidencial que presentó en las últimas elecciones el partido comunista Perú libre, estuvo conformada por Pedro Castillo, Dina Boluarte y Vladimir Cerrón, no por los reyes magos, no por los tres chanchitos, no por los tres tristes tigres de aquél trigal donde tragaban trigo. Y lo decimos medio en broma, medio en ironía, porque ya nadie habla en serio, sobre el origen del mal y de los malvados que dieron a su vez, origen a este drama que se vive en el país, con la segunda parte de la película de estos gangsters de la política.
Castillo, el cara de tonto, discurso de tonto y comportamiento de tonto, no era ningún tonto, al contrario, siempre fue -y lo dijimos y lo repetimos incansablemente- un sucio operador de la extrema izquierda que era convocado como rostro de la plancha presidencial -sin expectativas de triunfo por cierto, o sea, un boleto de la lotería-, para asegurar una nueva forma de venta del odio y del resentimiento, tan en auge durante las últimas décadas. Entonces, Castillo calzaba bien y se vendía, por su cuenta y de sus asesores, como un tontín, no siéndolo, porque hizo bien su papel, se puso incluso el sombrero que jamás en su vida usó, pero se lo colocaba y presentaba como un campesino y a la vez, como un maestro, y a la vez, como un dirigente sindical, y a la vez, como el candidato a la presidencia de los pobres, de los maestros, de los campesinos, de los rebeldes, de los olvidados… una fórmula casi perfecta.
En esa plancha, que más parece un yunque para apretar al pueblo, la segunda “al mando y al comando” era la señora Boluarte como candidata a la primera vicepresidencia (y por eso, de acuerdo a lo dispuesto en la Constitución Política del Perú, fue el reemplazo secuencial de su jefe, socio, camarada y compañero, Pedro Castillo). Y en el tercer espacio del mismo grupo de “hermanos”, se encontraba nada más y nada menos que Vladimir Cerrón, el sentenciado por corrupción, cuya candidatura fue retirada por orden del organismo electoral. Como ven, no hay que olvidar estos detalles, ¿Porqué?
Las supuestas traiciones o desencuentros entre estos tres astutos actores de la extrema izquierda, en la que “ahora” Boluarte se hace la moderada, sin serlo, no existen. Ni Dina está en contra de Castillo, ni Castillo en contra de Cerrón o este último en discrepancias con sus dos maniquíes. Salen en algunos momentos expresando una que otra frase que no trasciende, sino que se usa espontáneamente como para decir que están alejados entre ellos, pero en política, no hay alejamientos, sino un teatro, una pantomina que es parte del juego de engaños permanentes que se les hace a los ciudadanos y a los incautos seguidores de la política peruana.
Amigos, no perdamos de vista, no dejemos de tener en mente y recordar, que Castillo, Boluarte y Cerrón, vienen en un solo empaque y los tres, siguen en el mismo barco pirata de la izquierda de los mil rostros y mil acuchillamientos.