El Perú no puede estar sometido cada semana -prácticamente-, a los enfrentamientos más absurdos que uno se pueda imaginar, por culpa no sólo de los actores políticos que sacuden ministerios y el congreso con sus abundantes errores y peleas, sino por la irresponsabilidad de los magistrados del Tribunal Constitucional -varios de ellos-, que dejan de lado principios, valores y virtudes, para dar el peor ejemplo de solidez, consistencia y ecuanimidad que se requiere en estas horas sobretodo.
El Tribunal Constitucional (TC) no es propiedad de su ocasional presidente, ni del anterior, ni del que venga. No es un reinado donde la pleitesía sea el requisito de las opiniones. No es un foso, es un foro. Pero vaya usted a hacérselo entender a los que lo dinamitan desde adentro.
El TC, casi todos sus miembros, están fuera del plazo legal de vigencia de sus funciones, y no han hecho nada para poner sus cargos a disposición, exigiendo al Congreso de la República que cumpla con nombrar a sus reemplazantes. Al contrario, han influido para estirar su efímero poder, haciendo daño al país, en opinión de unos y de otros. Y contaron con el apoyo de Vizcarra para esas extensiones.
Veamos por ejemplo en el caso de la disolución del Congreso de la República, que estaba desarrollando el proceso de selección de los reemplazantes, el TC validó dicha disolución efectuada agresivamente y con el uso de las fuerzas del orden, por el ex presidente Vizcarra, que ahora se encuentra nuevamente, con una interminable lista de procesos judiciales e investigaciones por corrupción, relacionados con su vida pública desde antes de ser presidente.
En ese caso en especial de la disolución del Congreso, todos los medios de comunicación, el presidente y su gabinete, los partidos políticos oficialistas y los enmascarados hacia el oficialismo, aplaudieron, elogiaron a los miembros del TC por “su brillante desempeño y criterio en la decisión”, inclusive el arzobispo y el cardenal, hasta futbolistas y personajes de la farándula se hicieron eco de ese aplauso, luego de recibir un Bono Extraordinario que oscilaba entre 7,500 y 75,000 soles, mientras los más pobres sufrieron por alcanzar un Bono de 360 soles.
Sin embargo, meses después, al declarar el nuevo Congreso por absoluta mayoría de 105 de 130 de sus miembros la vacancia del presidente de la República, el TC dejando de actuar como órgano colegiado, asumiendo su presidente la voz sobre los demás, prácticamente pidió que le presenten una demanda competencial para resolver sobre un tema que es muy claro y transparente: la permanente incapacidad moral del primer mandatario de la nación; pero llegado el momento, la demanda no fue admitida por dos grandes razones: por estar pésimamente planteada y por no tener fundamentos jurídicos constitucionales.
Entonces la historia se volteó, el TC “es lo peor, inconsistente, anti democrático y repudiable”, porque no le dio pie de entrada a una demanda cuya razón era devolver al ejercicio de la presidencia a quien fue vacado respetando en todo momento el debido proceso constitucional. Es decir, desconocer la votación, desconocer el trámite que nadie observó ni denunció, desconocer inclusive la aceptación pública de la decisión congresal por parte del vacado ex presidente.
¿Qué ocurrió para que en unos pocos meses el TC fuera para los políticamente correctos una basura?
En mi opinión, las ansias de poder son algo así como la locura exacerbada. Perder el poder como magistrado del tribunal, obligaba a buscar nuevos rumbos y ante los enredos y pugnas por la presidencia de la República, “el TC debería nombrar a su presidente como la máxima autoridad de la nación”, pero no salió la jugada, o la ambición, o el despropósito, o la inconstitucionalidad manifiesta.
¿Así es la nuez?