Mucho se ha escrito sobre la Guerra de las Malvinas, pero existe un hecho poco conocido y que seguramente no saldrá en un libro de historia, que fue el interés de la entonces Unión Soviética de involucrarse a favor de Argentina en el conflicto.
Se ha discutido si el presidente de la Junta Militar argentina, general Leopoldo Fortunato Galtieri, hizo bien o no de ocupar las islas y reivindicar lo que todo argentino soñó por años, que era la vuelta al seno patrio de unas islas que fueron invadidas por Gran Bretaña. Algunos señalan que el gobierno se caía y que era necesaria la unión nacional, pero en mi opinión, esa gesta puso en la agenda mundial –y que hasta ahora repercute significativamente- la cuestión de las Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur.
El 3 de enero de 1833, las islas Malvinas fueron invadidas por fuerzas inglesas que desalojan a la población local, expulsan a las autoridades argentinas y se apoderan de ella como potencia colonial.
Desde entonces Argentina reclama su soberanía sobre las islas infructuosamente, debido a que Gran Bretaña continúa reacia a negociar a pesar de los mandatos de la ONU, mostrando displicencia por el derecho internacional.
Las islas están consideradas por las Naciones Unidas como un territorio no autónomo bajo la Resolución 1514, de descolonización, y del respeto a su integridad territorial. Aquí no se aplica la autodeterminación porque la población que habita las islas, los kelper, es trasplantada, es británica.
Los ingleses se han propuesto expoliar los recursos naturales de las islas –al igual como Marruecos lo hace con el Sahara Occidental-, existen desde hace algún tiempo prospecciones petroleras, además que la han convertido en una gran base militar.
Con respecto a la Guerra de las Malvinas creo conveniente relatar un suceso. El 2 de mayo de 1982, ocurre el cobarde hundimiento del crucero argentino “General Belgrano”, que estaba fuera de la zona de exclusión, en aguas internacionales, causando la muerte de más de 300 jóvenes marinos.
Este hecho adrede hizo fracasar el plan de paz del entonces presidente Fernando Belaunde Terry –que contaba con el visto bueno del mediador, el secretario de Estado norteamericano Alexander Haig-, el cual era el más viable para conseguir la paz, sino también para que las islas Malvinas volvieran a estar bajo soberanía argentina y terminar con la última colonia en América del Sur.
En aquellos días el suscrito trabajaba como asesor de prensa de la Embajada de Argentina en Lima y recibí una llamada telefónica del agregado “cultural” de la embajada de la Unión Soviética, Boris Kosygin, me solicitaba una reunión urgente. Seguramente ahora ese nombre no existe o no existió, pero sí la persona. En ese tiempo yo llamaba telefónicamente a la embajada soviética, inquiría por él y me lo pasaban…
En la reunión –que se realizó en un restaurante de la Av. Arenales en Jesús María- Kosygin hizo una oferta sorprendente. Me encargaba que le dijera al embajador argentino, almirante Luis Sánchez Moreno que la Unión Soviética le entregaría a Argentina 100 aviones MIG para su lucha contra los británicos.
Me quedé estupefacto y le pedí detalles. El soviético señaló que su país tenía esos 100 aviones en Libia, de ahí lo trasladarían a La Habana y luego a Lima.
El gobierno argentino tendría que pedir permiso al peruano para que los aviones aterricen en nuestra capital y posteriormente continúen su viaje a bases aéreas gauchas en donde serían pintados con los colores argentinos.
¿Cómo sería el pago?, le pregunté. “Después de la guerra hablamos”, me contestó. Conversé con el jefe de prensa de la embajada de Argentina, Teniente AA Raimundo Mario Peschiutta, quien inmediatamente me llevó a ver al embajador, que me ordenó que ninguna otra persona de la embajada, ni fuera, de ella se enterara. Él envió un cable cifrado a su gobierno.
Pasaron los días y Kosygin urgía desesperadamente por una respuesta, hasta que el embajador Sánchez Moreno respondió que las conversaciones continuaran con los diplomáticos de las embajadas de Argentina en Moscú o en La Habana, contestación que le fastidió.
Después, me enteré que la Junta Militar Argentina había rechazado el ofrecimiento soviético, porque significaría el inicio de la Tercera Guerra Mundial, ya que los aviones MIG eran fácilmente identificables.
Al respecto, el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres dijo que “era improbable el apoyo de la URSS a Argentina”. Es lo que viví y hay testigos.