El actual gobierno boliviano es una mezcla del fanatismo izquierdista tan extraño del “movimiento al socialismo” de Evo Morales, con las posiciones un poco menos radicales del presidente Luis Arce, su socio permanente y delfín (un término paradójico en una país sin delfines marinos, sin delfines políticos). Evo Morales y Arce han jugado a lo largo del tiempo a la estrategia de “dos caras, un mismo pensamiento”, habiendo construido para después la nueva secuencia de “un solo rostro, una misma ideología y dos protagonistas” que cumplieron en la primera etapa los mandatos de Evo Morales (2006-2019) y ahora la presidencia, todavía en curso, de Luis Arce, que pretende seguir en el Palacio Quemado más tiempo y por eso vamos a contarles lo que ha ido pasando para que se haga ese perfil del dominio del poder izquierdista en Bolivia.
Es importante reseñar un comentario bastante acertado de Natalia Ceppi, investigadora argentina de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, con relación a esta dupla que compartía la misma sangre, luego se divorció y después, con el extraño golpe, se vuelve a ver en el espejo de la “unidad” que dijeron, y no era cierto, se resquebrajó varias veces, nadie sabe cuántas, pero si porqué…por el poder del dinero, la coca y la continuidad:
“La llegada del MAS a la presidencia en 2006 con la fórmula de Evo Morales y Álvaro García Linera, por un lado, marcó un punto de inflexión a nivel doméstico y, por el otro lado, reafirmó la tendencia electoral de la época, marcada por el predomino de los gobiernos progresistas o el avance de la marea rosa, utilizando la metáfora de Panizza (2006). Su victoria, con mayoría absoluta, cerró un ciclo político que perduró entre 1985 y 2003, caracterizado por la existencia de acuerdos congresales que definían el destino de la titularidad del poder a través de coaliciones parlamentarias y/o gubernamentales (Mayorga, 2016). El arribo del MAS fue percibido como rupturista, no solo por obrar como catalizador de la crisis terminal de la Democracia Pactada, sino también por las características propias de su líder -de pertenencia indígena y sindical- y por su programa de gobierno, orientado hacia la refundación del Estado nación.
Como fuerza gobernante, el MAS revalidó (y amplió) su primera victoria en las contiendas electorales de 2009 y 2014, ubicándose en un lugar de privilegio dentro del juego político nacional. En este camino convergieron factores diversos, tales como sus logros sociales y económicos, el sentido de pertenencia y representatividad que fue forjando en distintos sectores de la población, la falta de rumbo de la oposición en general -sin distinciones en términos de color político- y un hecho no menor: la centralidad de la figura de Morales. Centralidad que paradójicamente alimentó, sin ser la única causa, su derrota en el referéndum de 2016 con el que procuraba la habilitación para un nuevo mandato. Morales no dio por concluido este capítulo. Desoyendo la voluntad popular, presentó un reclamo (incongruente) ante el Tribunal Constitucional contra el límite de los dos mandatos consecutivos, quien falló a su favor en 2017. La contracara de todo este proceso fue el robustecimiento del descontento de gran parte de la población y así su gestión entró en tiempo de descuento.
En un clima de profunda conflictividad social e institucional, con acusaciones de fraude y sugerencias de renuncia por parte de las Fuerzas Armadas y de referentes afines al MAS, Morales fue impulsado a dejar la presidencia del país tras veinte días de enfrentamientos luego de las elecciones de octubre 2019. En otras palabras, el hiperpresidencialismo entraba en receso. Un año después de este acontecimiento, el MAS regresó al poder de la mano de Luis Arce y de David Choquehuanca. Desde entonces, como afirma Molina (2022) “el MAS ya no baila solo al ritmo de Evo” pero, por el momento, tampoco puede bailar sin él.”
Como se puede observar y constatar, el enorme y absurdo ego de Evo Morales, es decir, ser “el centro” de todo y perder el apoyo de las masas progresivamente, el traficado culto a la personalidad que no logró cuajar a pesar de los años de siembra en la mente de las masas campesinas, el no ser reconocido como líder de los pueblos latinoamericanos frente a un Hugo Chávez o Rafael Correa avasalladores en aquellos tiempos, la falta de una oposición concreta con agenda, líderes y rumbo definido, y ambos sectores –los que gobiernan y la oposición- con los oídos y los ojos cerrados a la expresión popular, ciudadana, sumados al deterioro institucional en un país que malgastó recursos y no construyó ahorro, empresa, justicia y mejor educación, hicieron de Bolivia un péndulo entre el MAS de Evo Morales y el MAS de Luis Arce, dejando en la cárcel injustamente a la presidente Jeanine Áñez Chávez y abriendo más miedo a cualquier esfuerzo o intento de oposición política.
Ahora en Bolivia, se vive entre los que aún hablan de legalidad y legitimidad constitucional desde algunas instituciones y los que quieren callarlos, desde el Congreso en especial (Congreso al que Evo Morales le desmerecía poder y lo llama en este momento contrariamente, el primer poder del Estado). Por eso, el show que nació con la supuesta división entre Morales y Arce, hoy los hace verse como las únicas opciones de gobierno, el ser o uno o el otro, pero nadie más y para ello, montaron la segunda parte del show del nuevo teatro a la boliviana con un golpe que nadie en su sano juicio, salvo las izquierdas y los incautos gobiernos que reaccionaron sin leer bien la escena lo creerían, y para el cual, usaron a un militar cercano a ellos durante muchos años, un tipo muy violento, manipulador y desquiciado.
Detengámonos un momento para saber quién es el general y ex comandante del Ejército boliviano acusado de ser el autor material e intelectual de un supuesto intento de golpe de Estado que terminó como comenzó, fallido.
Juan José Zúñiga Macías es un militar conocido como “el general del pueblo” por su cercanía con los movimientos sociales que apoyan al gobierno desde los tiempos de Evo Morales. Zúñiga Macías fue ratificado en la Comandancia General del Ejército en enero de 2024 por el actual presidente Luis Arce, de quien es amigo hace décadas.
Zúñiga es señalado como parte dirigente del grupo de inteligencia miltar denominado “Pachajchos”, que opera en las fronteras del país altiplánico y que se encargaría de permitir, asegurar y proteger el ingreso de contrabando y oro de la extracción ilegal minera, así como de la salida segura de pasta de cocaína para procesarla en Colombia. Este grupo irregular fue formado en el gobierno de Evo Morales y en su crecimiento llegó a colocar autoridades en las zonas de frontera, así como a tener un gran peso en los cambios de los mandos militares. Los “Pachajchos” son una tropa de resguardo, elementos de choque, una horda criminal que se desplazaba rápidamente cuando Evo Morales requería apoyo en movilizaciones masivas. Por eso, sus elementos controlaron acciones de inteligencia relacionadas con agrupaciones sociales y barriales, campesinas y en algunas ocasiones, sindicales.
Para tenerlo en la visión actual: Juan José Zúñiga Macías fue nombrado comandante general del ejército boliviano en noviembre de 2022 y ratificado en enero de este año por el presidente Luis Arce. Antes de asumir dicha función, Zúñiga ocupó el puesto de jefe del Estado Mayor.
¿Cómo así, un acusado de desfalco contra su propia institución y además, de organizar un plan contra el entonces presidente Evo Morales fue nombrado comandante general del Ejército por el siguiente presidente de Bolivia y socio de ideológico y partidario de Evo Morales, Luis Arce Catacora? ¿Se van dando cuenta de las contradicciones en el tiempo y las cercanías en el camino?
Fue posesionado por el presidente Luis Arce en ese alto cargo por su abierta cercanía al Movimiento Al Socialismo (MAS) y al “arcismo”, por una decisión política y partidaria, sin ser el primero de su carrera militar, a diferencia de lo que sucedió con sus antecesores, porque Zúñiga es un hombre de los servicios de inteligencia “sucia” en Bolivia, experto en usar equipos de interceptación ilegal de las comunicaciones.
Y en medio de estas relaciones dobles, primero al servicio de Evo Morales con sus movilizaciones y luego, cuando Evo escucha que al general Zúñiga le dicen “el soldado del pueblo”, más tarde “el general del pueblo” surge el enfrentamiento entre ambos por rivalidades políticas y de manejo de las redes del contrabando en especial.
Ya en el poder Luis Arce, lo emplea a fondo en varias acciones y es proveído por Zúñiga de abundante información sobre los “masistas de Evo” y sobre el propio Evo, al extremo de mencionarse que Zúñiga posee material fílmico comprometedor sobre Evo Morales y menores de edad, material que Evo le exigió a su socio Arce eliminarlo. Las disputas y la suciedad de ambos y de sus relacionados –de Morales y de Arce- es un tema pendiente por ahora, pero lo que nos lleva a mencionar a ambos políticos es la trama de este 26 de junio, en la que Evo Morales anuncia un golpe antes de salir en las noticias, inclusive antes de haberse efectuado el intento de ingreso a Palacio Quemado.
Aquí no hubo Pronunciamiento base que se haya hecho de conocimiento público, no ha existido ningún Manifiesto público, tampoco han sido detenidas más de diez personas entre oficiales y soldados, no se desplazaron fuerzas militares hacia el Congreso, las sedes de los medios de comunicación estuvieron siempre libres de control o presencia militar, los locales u oficinas políticas partidarias ni siquiera fueron vistos… ¿Un general experto en inteligencia, Comandante General del Ejercito, jefe de Estado Mayor, no hizo un plan de despliegues rápidos, acciones, comunicaciones, detenciones, represión y asentamiento en el poder? ¿Diez personas hicieron un “golpe” en Bolivia?
No hubo ningún golpe institucional de las Fuerzas Armadas, todo fue un circo programado desde y por el gobierno. Ya verán cuando Zúñiga sea amnistiado por su amigo Luis Arce o a pedido de su compadre Evo Morales, el dueño del Chaparre.
En Bolivia se acaba de oficializar la continuidad del péndulo entre los del MAS de Arce y el MAS de Evo, que al final son MENOS para Bolivia y la poca democracia que subsiste.
Desde La Paz, Bolivia, con la asistencia de Miriam Navarro, Pedro Luis Tello y Sebastián Ccalla.