No es que la gente se deje engañar o perdone la burla de los que gobiernan, cuando se hace frecuente que no cumplan con sus deberes constitucionales en los cargos que inmerecidamente han asumido, en un proceso bastante confuso de secuencia presidencial, de alguien que dijo que renunciaría a ese cargo, por la identidad y “lealtad” a su entonces líder y jefe, un tal Pedro Castillo.
No es un proceso inusual en la historia política peruana, que se siga la debida secuencia de reemplazo en la presidencia cuando alguien es vacado o debe renunciar; es natural en estos tiempos que heredamos la presión del congreso para hacer lo que le da la gana, frente a gobiernos que hacen también, lo que les da la gana. Y en medio de este mar de “los-que-les-da-la-gana”, nos encontramos los ciudadanos, viendo como pasa todo, viendo como avanzamos nada.
Las encuestas ahora son el referente de la presión mediática, el eje de sus manipulaciones. Pero por esas cosas que son tan peruanísimas, nadie cree en las encuestas que dicen que “todos les creen a ellos”, a los que arman historias de respaldos o rechazos que nunca son ciertos y que las evidencias demuestran en su fracaso absoluto que mienten, que crean mentiras, que intentan sustentar mentiras y que se hunden en los resultados que son sus condenas, porque la verdad siempre triunfa, aunque es lenta y demuestra que todas las encuestas fueron falsas, que no se trató de errores, sino de manipulación.
Entonces, gobiernos que pretenden “legitimarse” en encuestas, en compras de conciencias (en realidad, los corruptos carecen de conciencia, pero se venden a cambio de las desgracias ajenas), instituciones que ya no lo son y que siguen ese juego pernicioso de usar fondos públicos para vender imágenes irreales de que hacen cosas buenas cuando en realidad, pretender eternizarse en su feudo público, nos hacen ver que aquí el tema es de ausencia de confianza, se trata de algo ético, moral y cívico porque la confianza ya no es un valor, sino un triste recuerdo, porque nadie desde el Estado genera confianza, sino repudio.
Un gobierno con incapacidad para generar confianza, donde los ministros y funcionarios cercanos a la presidencia son desautorizados en sus declaraciones por el Primer Ministro y, donde la presidenta es sólo un adorno, no merece respeto porque no se respeta a sí mismo. Sin embargo, la Constitución ampara su permanencia legal hasta el año 2026 y la pregunta es como un reto a responderse: ¿Los dejaremos seguir destruyendo al Perú? ¿Lo permitiremos? ¿Se repite la novela de la paradoja del fracaso y la inacción?
Estamos como siempre, en las encrucijadas de la peruanidad, sin líderes, sin voces virtuosas, sin rostros prudentes, estamos peleando por una película fallida o por un subsidio a quienes no lo necesitan con la urgencia de un campesino, un obrero, un maestro o un emprendedor, en cuyo sueño existe esperanza, la que desde el gobierno, el congreso y todas las instituciones públicas, se les arrebata como una pesadilla interminable. ¿Ese es el Perú de ahora?