La paz es serenidad y gozo del alma en tiempos de abundancia o de escasez, en la salud o en la enfermedad, en los llanos o pendientes de la vida. Cuánto la anhelamos y qué fácil es perderla. En lugar de la paz se instala en nosotros la ansiedad, el miedo, el aburrimiento, las preocupaciones, el dolor, la depresión, la incomprensión, la amargura, la envidia… La lista de aflicciones es larga y continúa. Anhelamos estar en paz, vivir en paz y, aunque nos sea un bien esquivo, la buscamos como perla preciosa.
En esta búsqueda de la paz encontré el libro de Thomas Joachim, “Entrar en la paz interior: Meditación sobre el salmo del Buen Pastor” (Rialp, 2022). Y ciertamente, el texto es una invitación a hacer una lectura pausada, meditada del salmo 23, del Buen Pastor. Desde sus primeras páginas deja remansos de paz en el lector agradecido, algo así como agua de mayo para lidiar con las aflicciones que señalo en el párrafo anterior. En cada uno de sus capítulos se desgranan reflexiones amables, bien documentadas, aprovechables a toda persona de buena voluntad y, de modo particular, al cristiano familiarizado con el sentido trascendente de la vida.
“Se puede estar verdaderamente en paz sin estarlo perfectamente”, dice Joachim. Este consejo es muy útil, pues no se trata de todo o de nada. Y aunque las aflicciones lleguen, éstas no tienen la última palabra ni tienen por qué opacar la serenidad del alma. “La paz interior no será perfecta más que en el cielo -aclara el autor-, y ya nada podrá turbarla. Aquí abajo, eso no es nunca así. La paz es perturbada por las agresiones exteriores o por nuestros propios trastornos interiores. Pero, y este punto es capital, que la paz no sea perfecta no quiere decir que no sea posible. Podemos vivir, desde ahora, una verdadera paz, aunque imperfecta, progresiva, incoativa. Que una realidad no sea perfecta no quiere decir que no exista en absoluto”.
Es muy animante, por eso, pensar que podemos alcanzar mayores cotas de paz interior en la medida en que nos dejamos tocar por la paz de nuestros amigos de aquí y del Cielo: es aire fresco que alivia el alma dolida.
La propuesta de Joachim para crecer en paz interior es de índole diversa a las terapias profesionales o caseras que se ofertan en estos tiempos. A respecto, anota que “cualesquiera sean sus sofisticaciones, las múltiples técnicas o ejercicios espirituales no alcanzarán la verdadera paz interior. Los métodos de relajación podrán neutralizar el estrés y la ansiedad por un momento, pero estos periodos de apaciguamiento no pueden confundirse con el misterio de la paz divina de que habla la Revelación. No se trata de oponer, sino de distinguir lo que es del orden natural y lo que es del orden sobrenatural, lo que corresponde a la psicología y lo que se refiere a la dimensión mística de la existencia”.
Crecer en vida interior, escuchar y dialogar con el Señor en la oración, confiar en la providencia divina, entretejer el hilo humano con el divino en los momentos placenteros o agitados de la vida, forman parte de la relación filial del hijo frente a su Padre Dios, cuyo fruto es la paz otorgada por el Espíritu Santo.
Estar en paz, vivir en paz, sembrar la paz tiene de esfuerzo humano y de Gracia divina. Una paz anidada en el alma humana, capaz de irradiar serenidad en el entorno familiar y social. Paz verdadera, aunque no plena; paz de aquí, participación de la Paz Eterna.