Ayer estuve con 182 seres humanos, personas mayores de 75 años -todos, absolutamente todos- que comparten una misma realidad: ni uno solo tiene una pensión mensual de jubilación porque jamás aportó, cotizó o pagó a sistema público o privado alguno para tener por lo menos, algo en este momento, un dinero quizás, una esperanza tal vez.
Teodoro, Fulgencia, Bautista, Encarnación, Eugenia y Victoria, Betsabé y Evangelista, por ahí Anaximandro y Soledad, la de nombre y realidad tristísima, me decían en esas seis horas de conversación, anécdotas y lágrimas, que con unos cuantos reales en sus bolsillos, hasta podrían ver el sol, cantarle al olvido y reír con los pies al aire libre, sin medias, mojados con el agua que riega las plantas del albergue que los tiene a todos bajo una prisión sin condena eterna.
Es tristisimo, no encuentro hasta el momento otra descripción, que -en este caso-, 182 hermosas voluntades se encuentren solas por más que parezcan todas una sola. Están ausentes los hijos, los nietos, los primos, los que en algún momento recibieron un favor o una ayuda, una recomendación laboral, un billete que faltaba, un abrazo que nunca sobraba.
Todos los días trabajo pensando, ayudando, acelerando resultados y llorando a veces también, porque no entiendo la prioridad de muchos hijos hacia sus padres -críticas por demás por supuesto-, en eso no entro, de eso no discuto.
Lo que quiero expresar es bien simple: estamos en una sociedad que declara abiertamente como despojos a los ancianos, un mundo que condena a que se mueran los que nos dieron vida, porque simplemente son un gasto, les hacen perder tiempo y “recursos” a los gobiernos que quieren por ejemplo, subvencionar el cambio de un pene por una falsa vagina, pero no invertir en ayudar a una mujer con Alzheimer o con un viejito hipertenso que vive en una casa abandonada, merced a su suerte y la escasa beneficencia de alguien por allí, no de la sociedad, jamás del Estado.
Por eso no quiero un mundo de miserias donde se grita como positivo que matar es prudente, ahorrativo, necesario, estimulante. Y que si no, “pues pide morir, no seas imbécil”.
Yo no quiero ese mundo de olvidos donde te obligan a despreciar tu ascendencia, sino a idolatrar a quienes te destruyeron socialmente, humanamente.
La hipocresía en su alter ego, no es mi mundo por pequeño que parezca.
Hago estas menciones porque en muchos países de América Latina se habla de darle “espacio” a la gente para que no tenga futuro, para que no tenga el soporte de las pensiones de jubilación y eso, no es Libertad sino estupidez, y no existe el derecho humano a la estupidez.
Eso pienso, eso digo.
Hay que fortalecer lo que funciona y desterrar lo que causa quiebra.