La revolución permanente no existe y jamás existió, salvo en la única neurona que los de las izquierdas creen que les funciona, pero no es así, porque esa única neurona no tiene sinapsis, no transmite información, no produce información y tampoco puede recibirla, entonces existe una ausencia, un aislamiento absoluto por el cual, esos seres inhumanos que anidan en el odio y el resentimiento, están ahorcados en su miseria, en su inexistencia sobre los demás y hay que decirlo, porque las izquierdas del odio son intelectualmente deshonestas y moralmente carecen de dotes que las hagan algo éticas, un poco correctas, quizás mínimamente auténticas.
Claro está que los de las izquierdas del odio se creen omnipotentes olímpicamente (para ponerlo en el contexto, algo parisinos de ambiente, siempre huachafos peruanizados) donde lo que sucede no interesa, sino que lo que realmente importa es crear, generar y estimular reacciones a hechos que se fuerzan, como por ejemplo, que un Sacerdote diga una verdad, que una madre de familia exprese su intención de amor, que una joven diga que el aborto no está en sus planes de vida, que un estudiante universitario sueñe y lo diga, con poder casarse y formar una familia.
La reacción de las izquierdas del odio es un “agh, que asco” y evidentemente, la cadena del inodoro se une para tratar de meter la fraternidad, la solidaridad, el amor, el compañerismo, todos los valores, principios y virtudes en ese wáter de hundimiento de lo humano, pero no pueden hacerlo más, ya que no les funciona, a las izquierdas del odio, el oscuro embudo de la canalización de lo anti natural para volverlo normal, reemplazando lo que nos une y distingue como seres humanos, para pervertirlo en una serie de absurdos y desnaturalizaciones.
Así, las izquierdas del odio, hacen nacer nuevos “desechos por derechos”, mediante los cuales o por los cuales, agredir es legítimo, odiar es perfecto, matar es un aplauso revolucionario que engrandece la porquería, es decir, el arma revolucionaria. Y todo eso les vino desde casa, desde niños, porque ellos, los de las izquierdas del odio han sido amamantados en el odio desde escuelas y universidades que ideologizaron la enseñanza. En cambio hoy en día, existe una gran reacción en la educación y formación para evitar ese daño y esa maldad.
La sociedad peruana está recomponiéndose valientemente, mientras las izquierdas de todos los colores y mercaderes del oprobio caen en lo evidente: se están ahorcando en su cadena de odios y hay que ayudarlos a su fin, por fin.
El Perú debe liberarse de todo síntoma de maldad, de todo residuo de odio.