¿Por qué estamos en medio de tantas especulaciones y datos inciertos que llevan a algunos a afirmar hechos que no tienen sustento como si fueran la verdad o por lo menos, algo cercano a una verdad? ¿Por qué estamos en medio de una avalancha de audios, informes, datos de terceros y anuncios victoriosos o de grandes calamidades que se sienten tan cercanas, pero no ocurren en la magnitud del desastre previsto, aún?
La respuesta es una sola: no tenemos prensa independiente, ni contamos con medios de comunicación que pudiendo responder a una tendencia, grupos de poder o de presión, se sostienen en la verdad, en la verificación inmediata. El dinero mal habido dirige el destino de la información interesada en hacerse “verdad”, siendo absolutamente mentira, manipulación, engaño.
En palabras más simples y directas, nadie hace periodismo en la plataforma tradicional y por eso lo alternativo se hace más creíble y la dispersión se comunica en redes sociales con credibilidad de segundos, minutos, y a veces hasta de horas, pero es insostenible en el tiempo. Tenemos un vacío enorme de información y a la vez, una marea inacabable de desinformación.
El Perú se sigue dividiendo entre los que quieren ayudar a saber lo que sucede, pero carecen de fuentes apropiadas para explicarlo y, los que no quieren ayudar a desmantelar las mentiras, pero tienen el poder para seguir ocultándolas.
El Perú es un árbol que se va secando en las paradojas de la vida, con ramas menos frondosas, con hojas cada vez más ausentes de color. Un árbol que se aprieta en la aridez, que carcomen los insectos, del que huyen las aves porque no da descanso ni regazo.
¿Qué nos va a suceder? ¿Seguiremos peleando entre familiares, vecinos, amigos, compañeros de toda una vida? ¿Vendrá un periodo de silencios para recomponernos en un abrazo? ¿Aumentarán los odios, el resentimiento y la violencia que nos separa en trincheras cada vez más profundas, hoyos inacabables de los que no queremos salir por miedo a nosotros mismos?
Los resultados enemistan, como la campaña electoral lo fue haciendo en la mirada, en las palabras, en las negaciones. Necesitamos frente a ello un tercer tiempo, el de los silencios esos que se dan en los estadios cuando todos vamos perdiendo frente a un rival que nos une contra su avance; sí, como en el fútbol en que tenemos una sola camiseta y nadie pregunta de dónde vienes, con quien andas, qué ideas tienes.
No esperemos que los medios de comunicación nos sigan haciendo abrir heridas, nos sigan animando en el odio, en el enfrentamiento. Una decisión errada, otra decisión errada, y no tendremos futuro.