El feminismo en general, es algo así como una ruleta sin detenerse para no dar en el blanco, para no tener respuesta, aunque sea escondiendo una mueca para seguir intentando lo que caiga, no importa qué, ni cómo, ni cuándo. El feminismo peruano es sin embargo, peor.
La señora Dina Boluarte es la primera mujer Presidente del Perú, la primera además, de izquierda dura pero apariencia dialogante, sin dejar de ser radical, posesiva, obsesiva y por momentos recalcitrante. Pero ahora que está en la cúspide de la montaña política edificada por esa izquierda extremista con mentiras, corrupción, odio e impunidad, parecería -repito-, parecería haberse moderado a fin de ingresar con su nombre en los libros de historia, sin repetir las atrocidades de su mentor y jefe, Pedro Castillo, o de su inventor y alguacil, Vladimir Cerrón.
La señora Dina está jugando cartas de alto riesgo bajo la manga con tal de sobrevivir el mayor tiempo posible y no ser una “Merino.2”, con una sentencia de las huestes que la encumbraron en el poder. Pero además, Dina ha sabido incorporar en torno a ella, a los amigos con experiencia en el juego del poder: los caviares del sector “de apellidos” y no, los caviares del sector de “la farándula”, esos malolientes, felpudos, sobones, mercenarios y alcahuetes que desde Toledo se la juegan por un billete más, un sencillo menos. Y en este escenario, sus caviares, sin ser lo suficientemente hábiles, no juegan por ella, sino por ellos, así que les conviene -a las dos partes-, sacudirse de riesgos y alimentar eso que llaman “ceder al diálogo de las presiones violentas”, algo que es doblemente peligroso porque se conceden espacios de representación ciudadana a quien no los tiene por el voto (una especie irracional de legitimidad o legalidad a cambio de algo, lo que sea).
El Perú no asiste por eso, a una triunfal bienvenida a la señora Dina Boluarte, porque los caviares de toda especie (oenegés, ex ministras, mermeleras, guaripoleras, faranduleras, muestratetas, cagapistas, promotoras del elegitibismo y gahelismo, gestoras de intereses y licitadoras de contratos públicos) no la ven mujer que las represente y además, no caben en sus mentes que “ella y no ellas” hayan sido la primera y tal vez, la única mujer que sea presidente y de izquierda, en este siglo de la oscuridad.
De sólo ver los rostros de envidia y odio en Verónika, Sigrid, Betsy, Chabelita, Glave, Villarán y el tal Susel, la señora Dina puede sentirse femenina y simpática por ahora, pechando a esas del frente feminista del olvido y la repulsión, que estuvieron con ella, votaron por ella, respaldaron la dupla Castillo-Boluarte pero jamás pensaron que “ella”, les ganaría a “ellas”.
Esa es la izquierda que nos hemos quitado de encima, la subversiva, pero aún quedan rezagos que hay que eliminarlos pronto.