Este nuevo año escolar lo estamos empezando con mucha esperanza y con mucha incertidumbre. En toda la Arquidiócesis de Los Ángeles, nuestras escuelas están abiertas, con los niños recibiendo clases en línea desde sus hogares.
Creo que existe un amplio consenso en que lo mejor para nuestros niños sería que regresaran a sus aulas para recibir la instrucción en persona.
Pero la realidad es que, con base en los lineamientos dados por los funcionarios de salud, el gobernador Gavin Newsom ha prohibido la reapertura de la gran mayoría de las escuelas públicas e independientes de California, en un esfuerzo por detener nuevos brotes del coronavirus.
Nos hemos comprometido a hacer nuestro mejor esfuerzo dentro de las limitaciones que nos impone esta “nueva normalidad”. Y estoy seguro de que éste será un magnífico año para nuestras escuelas y para nuestros jóvenes.
A principios de este año, en medio de los encierros por el coronavirus, me impresionó profundamente ver la manera en que nuestras escuelas pudieron hacer rápidamente la transición a la educación a distancia. Éste es un testimonio tanto de la fe y el profesionalismo del personal de nuestras escuelas, como de la dedicación de nuestras familias a la educación de sus hijos.
Gracias al arduo trabajo de ellos, terminamos el año escolar con excelentes resultados, a pesar de la pandemia que afectó fuertemente a nuestras iglesias y vecindarios y que dejó a muchas de las familias de nuestros alumnos sin trabajo y enfrentando un futuro incierto.
Desde entonces, nuestro departamento para las escuelas católicas ha trabajado las 24 horas del día con los maestros, directores, estudiantes y padres de familia, y tenemos el orgullo de poder informar que contamos con 262 escuelas abiertas para el nuevo año académico y con 66,000 estudiantes deseosos y dispuestos a aprender.
Lamentablemente, nos vimos obligados a cerrar dos escuelas primarias. Y aunque no tendremos las cifras definitivas hasta principios de octubre, hasta ahora las inscripciones han bajado casi un 15% en nuestras escuelas primarias y un 8% en nuestras escuelas secundarias, ya que a los padres de familia les preocupa el no llegar a tener el dinero suficiente para pagar la colegiatura.
Los Ángeles cuenta con el sistema escolar católico más grande de la nación y nosotros aquí tenemos la convicción de que nuestras escuelas son esenciales para que la Iglesia pueda cumplir su misión de servir a la sociedad y de promover la dignidad humana.
Cerca del 80% de nuestros estudiantes provienen de familias minoritarias y el 60% de nuestras escuelas están ubicadas en vecindarios urbanos o en barrios del centro de la ciudad. Casi el 20% de los niños a los que servimos no son católicos.
Yo sigo comprometido con hacer todo lo posible por mantener nuestras escuelas abiertas y prósperas y por brindar una educación católica para todo niño que la busque.
Estoy agradecido de contar con el apoyo de tantos benefactores generosos, que nos han provisto de fondos esenciales para nuestras instalaciones e infraestructuras escolares y que hacen posible que otorguemos becas a estudiantes de minorías y de bajos recursos, a través de nuestra Fundación de Educación Católica.
Pero estoy preocupado. Incluso desde antes de la pandemia, el número de niños que buscaban becas seguía incrementándose cada año.
Detrás del actual descenso en las inscripciones está la realidad de que este virus ha devastado las economías locales y ha llevado a muchas de nuestras familias a la crisis. Junto con el dolor y la incertidumbre que está sufriendo nuestro pueblo, nuestras parroquias han estado básicamente cerradas desde hace casi seis meses. Estimamos que las recaudaciones semanales del ofertorio han bajado alrededor del 40 por ciento, lo cual significa que tenemos una capacidad mucho menor para apoyar a nuestras escuelas y a nuestros estudiantes necesitados.
Lo que estamos experimentando aquí en Los Ángeles se está también haciendo sentir en cada una las iglesias locales de todo el país. La recesión económica causada por la pandemia ha forzado ya el cierre permanente de casi 140 de las más de 6,000 escuelas católicas del país. Muchos cientos más de ellas corren el riesgo de cerrar o de verse obligadas a consolidarse, y muchas de ellas están prestando sus servicios a las comunidades más pobres del país.
A principios de este verano dije que la pérdida de nuestras escuelas católicas sería una tragedia para Estados Unidos. Esto es verdad.
Durante las últimas semanas, mis hermanos obispos y yo hemos exhortado al Congreso y a la Casa Blanca a que adopten medidas para ayudar a las familias y para apoyar a las escuelas católicas y a otras escuelas independientes.
Como ciudadanos conscientes, todos tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que este asunto no se pierda dentro de la política del año electoral.
Necesitamos exhortar a nuestros líderes a que se aseguren de que las escuelas católicas sean incluidas en cualquier programa futuro de ayuda con motivo del coronavirus y que deben proporcionar el apoyo de becas directas de emergencia para los niños de escasos recursos que asisten a escuelas católicas y a otras escuelas independientes.
Especialmente en estos momentos en los que somos dolorosamente conscientes de las desigualdades basadas en la raza que existen en nuestra sociedad, nuestra nación debería hacer que la ampliación de posibilidades de elección de escuelas para las familias sea una prioridad de la justicia social.
Las escuelas católicas han desempeñado durante mucho tiempo un importante papel en promover el desarrollo de los barrios del centro de la ciudad y en ayudar a las familias pertenecientes a minorías a salir de la pobreza. Un estudio reciente encontró que un niño negro o latino tiene un 42% más de probabilidades de graduarse de la escuela secundaria y dos veces y media más de probabilidades de graduarse de la universidad, si ese niño asiste a una escuela católica.
Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes y oremos por todos nuestros estudiantes que regresan a clases y por sus esforzados maestros, administradores escolares y benefactores.
Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que interceda por nuestros líderes y les dé sabiduría y valor.