Sigue pasando el tiempo y Venezuela también sigue sufriendo el atropello, el abuso y la criminal dictadura socialista que nació con Hugo Chávez, para extenderse con Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, tal vez los dos más grandes criminales del nuevo siglo en el mundo, que usando el poder del dinero y del petróleo, y la asesoría cubana para la represión, tienen de rodillas a un pueblo dividido en su lucha, pero que busca vehemente la Libertad y la democracia, pero que sufre con unas fuerzas armadas corruptas y complacientes, que se someten al dinero público y el vivir pisoteando los derechos de los demás con el fin supremo de mantenerse en los privilegios que el delito les brinda.
Vergonzosas fuerzas armadas de Venezuela vendidas al narcotráfico, al contrabando, al acaparamiento de comida y medicinas, generando grupos delincuenciales que se esconden como brazos del partido de gobierno, siendo en realidad mercenarios dispuestos a desesperar el clamor popular, callándolo con un pan o la represión si es necesario, sin fundamento alguno.
No entiendo qué le pasa a Venezuela ni a los venezolanos que se van de su patria, disculpen si les molesta pero es lo que pienso, no los entiendo porque nadie regala su país y su libertad a unos miserables que usando la democracia, la volvieron dictadura.
Una oposición, tan dividida, tan creída de su rol, tan tonta y sumisa ahora, tuvo la oportunidad de ser una auténtica unidad, cuando las calles estallaron en un puño de lucha, cien días de victoria y cien almas en la gloria. Pero se rindieron al absurdo diálogo con sus asesinos, al incomprensible acuerdo bajo la mesa de negociaciones, al intolerable viaje europeo por la “conciliación” mientras millones se siguen escapando de su tierra y su sangre, quedando con el alma herida y el corazón sufriente.
Y así, cada día nos estamos olvidando de Venezuela, porque Venezuela se olvida de sí misma, en una emigración física y mental, por la cual se van millones en busca de oportunidades y mentalmente se van quedando solos los que resisten entre la esperanza que no viene y la realidad que los ahoga.
Ese mismo camino, esa misma letanía, está ocurriendo progresivamente el Perú, pero decirlo ahora, se ha vuelto un delito que señalan cobardemente –acusando a la oposición ciudadana, no partidaria, que no existe-, los medios de comunicación sirvientes del gobierno comunista: una mezcla de extremistas, caviares, delincuentes burócratas de regiones, pro terroristas y nacrotraficantes metidos en la política con el puño en alto y la bandera roja a su lado. Así estamos, pero no permitiremos seguir así.