Cuando la justicia mira a un lado, la justicia se condena a sí misma; cuando la justicia no es igual para todos, la justicia se convierte en protagonista de sus atropellos. Así es la desgracia de la historia cotidiana en el país, que es parte de un alma herida, de un corazón sangrante, que permitimos que ocurra, que no queremos que se cambie porque tenemos algo así como un miedo a lo que “eso” pueda ocasionar. Y esto, lo saben muy bien los rateros, los asesinos, los corruptos, los políticos mercantilistas y los cómplices de los medios de comunicación. Y en esos mundos de la criminalidad manifiesta, siguen andando libres y sonrientes los responsables, los culpables de siempre.
Por eso, ante esta realidad, sigo opinando y creyendo que es absurdo, inexplicable, injustificable e inaceptable que alguien como Martín Vizcarra, no esté sentenciado, condenado a cadena perpetua y confiscados todos sus bienes y los de todos sus cómplices directos e indirectos, incluyendo a su familia, ya que nos hemos olvidado de los privilegios y favores que, según algunos pocos medios independientes iban denunciando, sirvieron de fuentes de enriqecimiento irregular a su entorno.
Vizcarra es el cabecilla de un organización política que usó el Estado para no permitir la defensa de la vida, la unidad de los peruanos, la contribución de las empresas privadas y la participación de la ciudadanía en una situación de pandemia, en una urgencia sanitaria. Y no lo hizo por intereses de grupo e intereses personales, condenando a cientos de miles a la muerte y a otros cientos de miles sino millones, a consecuencias derivadas de la pérdida de sus familiares. Porque si muere una madre de familia, los hijos se convierten en huérfanos, el esposo en viudo, y otra tragedia se suma a la vida de estos deudos, ¿O no es así?
Doscientos mil peruanos fallecieron abandonados, separados de los privilegiados “vizcarristas y caviares” que tenían todo y de todo con nuestro dinero, que manejaban a su gusto y poder al país, con la abierta complicidad de las fuerzas armadas y la policía nacional, esto me apena escribirlo, pero fue evidente que sostuvieron en el asquiento poder, a quien yo opino que es un criminal y pervertido manipulador.
Doscientos mil peruanos ya no están aqui, en casa, en la mesa de familia, en los cumpleaños, en el abrazo de padres a hijos y de hijos a padres, de nietos con abuelos y de abuelos esperando la llegada de los nietos, de primos con sobrinos, tíos y ahijados. Doscientas mil familias están quebradas en el dolor y un sinverguenza sigue libre y sin condena, habiendo cometido crimenes de lesa humanidad.
¿Cuántos partidos políticos han denunciado a Vizcarra más allá de las palabras? ¿Cuántas ONG han denunciado a Vizcarra? ¿Cuántos sindicatos, colegios profesionales y colectivos ciudadanos han denunciado a Vizcarra? ¿Acaso no tuvieron víctimas al igual que cientos de miles de peruanos? ¿O es que estuvieron sus representantes en las listas de beneficiados con las vacunas y otras prebendas ocultas?
La Justicia debe condenar, la Justicia tiene que imponerse, sino, volveremos a tener más vizcarras y menos peruanos en cada casa, en cada familia.