La política peruana es exigente: Quiere mejores ladrones, mayores índices de corrupción, perfectos conspiradores, atroces gobernantes y muchos voceros militantes en el periodismo, para que todos les hagan las veces de cajas de resonancia y colchones de castidad. Cosa para complicada.
La política peruana es vacilante: Se hunde el país en evidentes escándalos y los congresistas “lo están pensando” para actuar con decisión, o proponen ellos mismos, sin que nadie se los solicite… “treguas del almirante” esperando que el torpedo o los misiles abandonen su ruta de destino y no exploten sobre ellos (estando a metros de hacerlo).
La política peruana es insostenible: Los congresistas creen que la semana de representación es hacer turismo, tomarse selfies, colgar fotos en Facebook, ir de almuerzos y paseos, conocer oficinas del Estado o colegios donde no hay clases. Creen que la semana de representación es parte de una inducción laboral, e inclusive la justifican para prometer lo que no les corresponde conforme a su alta investidura: obras y presupuestos. Por eso, con tan encubierta semana, aumentan los “toma que te doy” a cambio de gestiones en el Ministerio de Economía y Finanzas o en otras dependencias que arman sus presupuestos “a cambio de un debido porcentaje”.
La política peruana es altamente provechosa: Los ministros de Estado son algo así como jefes de cárteles que negocian con mini cárteles en todos los ámbitos de la economía, el pensamiento y la producción: educación universitaria y alquiler de opinión de la academia, minería ilegal y contaminante, pesca negra y depredadora, deforestación y tala ilegal, contrabando a gran escala, narcotráfico, espionaje e interceptaciones ilegales, trata de seres humanos, cupos en construcción civil, venta de armamento de guerra y aprovisionamiento militar, cadenas de suministros en medicinas y equipos no garantizados y, lo más elegante, operadores financieros con fondos buitres y prestamistas de corto plazo. En todos estos ámbitos prima la comisión del 0,5 al 20 % en promedio, escoga usted señor ministro.
La política peruana sobrevive hace varias décadas porque hay un juego perverso y pernicioso en el que existe un equilibrio, un gran entendimento entre lo que parece ser que gobierna y lo que parece que es oposición.
No necesitas revisar la historia, eres testigo de lo que sucede: No existe oposición y tampoco existe gobierno. Hay una mesa compartida de bribones, hay un escenario expectante de traidores y frente a eso, o en medio de todo eso, los ciudadanos ya debemos dejar tanta pasividad y observación para asumir nuestras responsabilidades.
Es ahora, ahora es la hora.