La izquierda y las izquierdas son un mito, un cuento, una imagen falsa de construcción política. Se han vuelto usuarios de dinero en su provecho, para goce de sus placeres. No son, no tienen ni idea de los principios básicos que enarbolaba por ejemplo, Mao Tse Tung en la pobrísima China que luego de ver morir a 78 millones de sus conciudadanos, en especial mujeres y niños -por orden de Mao-, levantaron la mirada hacia sus propias posibilidades y cambiaron el rumbo de sus historias y de la historia en general.
Leer, educarse, luchar, ser constantes, es un imposible para los izquierdistas. Existe una casta de poderes directivos en sus organizaciones, que los absorve y les hace ambicionar el tener en sus manos podridas y carcomidas de corrupción, abusos e impunidad, el dinero ajeno, las monedas del pobre, las semillas del campesino, la esperanza de otros. Es decir, todo lo que criticaron durante más de cien años, es su himno y alegoría.
Por eso, en el Perú de estas semanas exacerbadas en la violencia en curso, propaganda desplegada por los medios de comunicación a toda hora y de diversa forma, no se levanta ni una sola voz que sea el símbolo o la fuerza de los que creen o consideran que es hora que la violencia asuma el poder y logre el camino para imponer otra Constitución y reglas electorales que entierren la frágil democracia y sepulten las débiles libertades que todavía tenemos.
Pero no es solo eso, sino que del otro lado, del de la Peruanidad, la división y el recelo nos hace ser como un espejo de la misma división de los combatientes del odio, solo que en este caso, nos dividimos porque cada uno quiere ser el protagonista de la verdad y las soluciones… y no despertamos para unirnos frente al enemigo común: la izquierda del odio, que exacerbando el resentimiento y lenguajes de ira, pretende iniciar una nueva forma de subversión, plantando cadáveres, sembrando heridos, produciendo víctimas que no lo son, sino que se trata de cadáveres, heridos y víctimas de su propia fábrica política.
Y en esa estrategia provocadora y malvada, están unidos los medios de comunicación que perdieron los millonarios fondos provenientes de nuestros impuestos (algo que hay que agradecerle, aunque no lo crean, a Pedro Castillo, porque él fue, consciente o inconscientemente, quien se los recortó y por eso, le dieron la patada al abismo, que el mismo Castillo se hizo dar). Sin embargo, ahora Boluarte y Otárola son operadores de otro sendero, uno más elaborado pero igual de mercenario, por el cual “sueltan” apoyos a cambio de “silencios” y “ocultamientos” (lo de la Fiscal de la Nación es más que evidente).
Para compensar este frente de izquierda que ataca a mansalva, de la mano de medios que actúan en rumbo bipolar (no quieren a Dina, pero Dina les paga), van a recurrir estos días a una nueva “explosión de protesta”, con la cual tienen, deben, necesitan “víctimas”, ese es el gran requisito del “encendido”, del desencadenante para los motores del activismo político izquierdista que no les está funcionando y por eso, se requiere del fanatismo de los que estén dispuestos a todo, inclusive a empujar al del costado para que resulte herido o sepultado.
La miseria de la izquierda, ¿tratará de encontrar así el fuego de su renacimiento?
Ya el asesino Mao lo dijo: “Donde hay lucha, hay sacrificios… y la muerte es cosa corriente para un nuevo revolucionario, para un auténtico comunista”.