Es interesante leer una serie de “comentarios sobre comentarios”, en una especie de compilación de la inutilidad de las opiniones como respuesta a la crisis que vivimos en el país de las eternas crisis y cuyas causas, orígenes y explosión, son de absoluta responsabilidad de quien asumiera la presidencia por contubernios: Martín Vizcarra (a) “el lagarto”, precursor, impulsor y motivador de nuestras actuales autoridades.
Precursor porque él es la fuente de todo el desbarajuste legal y el desprestigio consecuente de los poderes del Estado, en especial del casi siempre culpable de cualquier tema donde nos va mal como país, el Congreso de la República. Es, fue Vizcarra con su grupo de oenegeros aliados, en una telaraña de complicidades con los medios de comunicación alimentados del erario público, quienes urdieron una serie de reformas políticas inconsistentes en su futuro, desestabilizadoras en su presente inmediato.
Pero también, es impulsor de un juego financiero pernicioso donde gracias a la pandemia, Vizcarra sirvió de enlace a la billetera mercantilista de los peores grupos de presión y de poder que lo alabaron y endiosaron a extremos risibles e inimaginables (casi un mártir, Martín).
Como consecuencia de su salida –muy bien pensada por cierto-, la asunción de Merino fue una pizca más de dinamita para conducirnos hacia la inestablidad de la paradoja con Sagasti, un pasajero durmiente del avión en piloto automático, sin tempestades, sin lluvia, con la pista despejada. Por eso, a Sagasti algunos lo ven bien, porque no lo vieron gobernar, sino asumir un rol de mirón del proceso de poca democracia que nos estaba quedando. Y así, aburridos y enredados en el juego de la asquerosa política nacional, vinieron las elecciones y el fatal destino bicentenario del Perú: otro inepto en la presidencia, una vez más.
La ineptitud del excelentísimo señor presidente, lo motivó a colocar a otros no tan ineptos como él, sino peores. Fíjense ustedes: 73 ministros, más de la mitad con una diversidad de acusaciones y procesos en curso, muchos más de la mitad con cero conocimiento del sector a su cargo, casi todos ausentes de capacidad de gestión. Dramática escena, el mismo cuadro de toda la vida, el barco al garete porque sus propios tripulantes huyen de sus responsabilidades y permiten a los piratas generar el caos y las desgracias.
Y aquí viene lo peor: hay una serie de tontos que acusan de todos los males a los jóvenes porque sacaron a Merino y pusieron a Castillo. ¡Qué falta de verdad y que poca honestidad en ese juicio! Merino se fue porque no supo afrontar su responsabilidad como Presidente. Y por ello vino Sagasti, quien respiró al borde del agua e hizo lo que Merino no supo hacer: aguantar.
Epilogo: ahora estamos a merced de varias bandas de promotores de caudillismos, actuando con una peligrosidad intolerable pero permitida. ¿Y qué hacemos, seguiremos diciendo que los jóvenes son los culpables? ¿Porqué no decimos que les hemos fallado? Si la mitad del país está compuesta por jóvenes, la otra mitad, ¿No tiene nada por hacer?
Imagen elegida, del artista sueco Iron.
Iron es de Estocolmo, con raíces tanto en el graffiti como en la escuela de arte más tradicional, donde el núcleo de todo es precisamente la pasión por crear arte.