Cuando llegas al fondo del abismo en el Perú, algo que es increíblemente repetitivo, siempre existe una luz pequeñísima o una voz muy cercana a ti, que te brinda la oportunidad de impulsarte nuevamente. Esto que puede ser paradójico, ocurre porque el Perú es una suma de todo lo que puede pasar y nunca sucede, y de todo lo que pasa y pensamos que nunca podría ocurrir. Eso lo aprendí al leer el ensayo* “Reflexiones en un país sin reflexiones” y cada vez que vuelvo a ojearlo o tomo alguna página libremente, como lo sugiere su autor, encuentro que nuestro país tiene más de lo necesario y pierde más de lo que crea, simplemente porque la indeferencia es un himno a la envidia entre unos y otros, y se lleva muy adentro cada estrofa.
Escribo de política desde hace unos pocos años, desde mi visión de mujer independiente, hija única con un hermano también único, trabajadora que pagó gran parte de sus estudios para aliviar la carga financiera a mis padres, provinciana del norte hermoso del país más hermoso, agradecida con cada oportunidad que Dios me brinda y que por intermedio de buenas personas, han sido y son sustento de fraternidad y acompañamiento hacia otras chicas y chicos que vamos viéndonos en el camino rápido de la vida y los sentimientos. Ese es mi “CV” aquí, hoy y ahora.
Les comento esto, luego de ofrecerles una breve introducción a una de tantas “Reflexiones en un país sin reflexiones” porque que veo, leo, escucho y siento que el discurso del odio, ya “no vende” en los más jóvenes, en los que estudian de verdad, en los que aspiran a más y mejor vida, humana, solidaria, afectiva, patriótica. Ya no veo como antes, que el resentimiento está esparcido e inunda mentes, ahora veo rostros de sensatez y tenacidad, ahora leo palabras que resumen principios y valores, ahora siento que tener familia es uno de los más importantes logros en una mujer, como ser Mamá, como tener un esposo que sea la mitad más uno de tu vida. Y lo veo, leo y siento porque tenía miedo de mi país, miedo por el odio hecho violencia en insultos, agresiones y un cruel resentimiento que gozaba en su expansión… una locura de país a la deriva, olvidado por sus propias gentes, hundido entre el silencio, la cobardia, la aceptación y la indiferencia.
Creo que nada tan pernicioso como ser de “esas” izquierdas subversivas, le ha hecho tanto mal a las mentes de miles de peruanos. Y por eso, creo que las múltiples voces que se les han enfrentado a los de las izquierdas subversivas, han logrado aplacarlos, ponerles una lápida de concreto que hay que sellar permanentemente.
El Perú tiene un deber consigo mismo, no volver al abismo, no esperar una voz o intentar ver una luz, porque el Perú es voz y es luz. En eso creo hoy más que ayer.
*“Reflexiones en un país sin reflexiones”, un ensayo de Ricardo Escudero © en edición para su presentación en marzo 2023, por el Instituto del Ahorro, Fundación Minuto Digital y el Centro Latinoamericano de Investigación en Ciencias Sociales.