Atacar la educación pública escolar -sobre todo-, suspender las clases de millones de niños durante varios meses y dejar sin amparo a los padres de familia, eso hizo Pedro Castillo con las huestes del partido comunista que representó, sea como alianza sindical, sea como frente político, sea como conglomerado de agitación envuelto en las máscaras de la hipocresía del marxismo leninismo y del maoísmo que tanto les gusta a los sicarios de la libertad y la democracia. Atacar, dividir, destruir, enfrentar, agitar y dinamitar el movimiento sindical para desde allí, remover las estructuras de la educación, desviando la atención hacia las remuneraciones, dejando de lado las prioridades de los estudiantes y padres de familia, de la urgente infraestructura básica que se necesita en todo el país. Primero, dinero para los mercenarios dirigentes de los “paros” y las “huelgas”. Primero el apetito de ellos, de los activistas del bloqueo educativo. Segundo, plataforma negra para la actividad política izquierdista de pelea y caos, amenazas y agresiones. Tercero, infiltración y participación en las estructuras de gobierno, en el Estado que quieren destruir… destruir desde adentro, haciendo que sea más grande, inmenso, desbordante.
Llegados al poder por un complot electoral anunciado, que le abrió las puertas a varias cartas de las izquierdas extremistas en especial (y alejando a los caviares y progres en el tiempo de gobierno del partido comunista Perú libre), los tres socios principales, Castillo, Boluarte y Cerrón, se desesperaron por colocar en las planillas públicas a lo peor que pudieron encontrar en sus círculos y circuitos delictivos: ministros con antecedentes criminales, los prefectos y subprefectos de militancia abierta (comisarios políticos), agentes operativos de escuálida formación académica y nula experiencia en gestión y administración pública… rateros, ladrones, sinvergüenzas, corruptos.
Vimos una especie de Humala en versión “2”, con una familia angustiada por tocar el oro de los Incas y beber del cáliz de los españoles, algo así. Pero les falló la continuidad, porque carecían de plan y programa, de líderes y en especial, de militancia con capacidad dirigencial. Pedro Castillo traicionó a Cerrón, Cerrón traicionó a su Dina Boluarte, Boluarte se comió el pan de Castillo y le puso la soga en el cuello a Cerrón. Y los tres, patearon el tablero democrático a fin de ver que más se llevaban en el bolsillo del hurto y el escándalo (de los peseteros).
Entonces vino el golpe de Estado más estúpido de la historia del Perú (por ser una estupidez y un delito un golpe de Estado y, por los estúpidos que lo pusieron en marcha). Pedro Castillo lanzó un Mensaje a la Nación, ordenó a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional acciones inconstitucionales (que no fueron ejecutadas), ordenó una serie de actos de rebelión que, fueron rechazados por intermedio del Ministerio Público, el Congreso de la República y todas las instituciones de la nación.
Pedro Castillo y sus ministros cómplices pasaron a formar parte de una organización político criminal que intentó destruir la precaria democracia que se venía desmoronando con acciones plagadas de ideologías de odio y un constante atropello a las libertades ciudadanas. Se inició el debido proceso de encarcelamiento y enjuiciamiento a un presidente conspirador contra la democracia, contra la Constitución, contra el país.
Hoy, a un corto tiempo de su carcelería, el convicto arremete pretendiendo desconocer el camino judicial, a pesar de contar con más de una docena de abogados, algunos de ellos presentados por agrupaciones extranjeras que conforman el Grupo de Puebla (alianza narco comunista de las Américas).
Ha iniciado una “huelga de hambre” que parece ser una vez más, un proceso de engorde. Veremos cuanto le dura la mentira y la falsedad, porque a Pedro Castillo no se le cree nada; absolutamente nada se le cree al mentiroso, al cobarde, al que se vistió con un sombrero que jamás usó, al que le negó educación a millones de niños, haciendo lo mismo que sendero luminoso: huelgas violentas, paros, agresiones, maldades y perversidades.